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Carlos Escobar

Música inesperada

Admiración debida

La burguesía de la ciudad de Viena de finales del siglo XVIII cambia la concepción musical europea. Las reuniones donde se combinan músicos profesionales y adicionados para interpretar música de cámara en formato Hausmusik se hacen más frecuentes y el cuarteto de cuerdas cobra especial protagonismo en ellas. Este consumo de música a domicilio estimula a las editoriales para publicar obras impresas y esto supone una oportunidad de mejorar los ingresos de compositores que dejan de ser asalariados de la nobleza.

El padre y principal impulsor del cuarteto de cuerda es Franz Joseph Haydn, pero es el genio de un agradecido y fascinado Mozart es el que lo lleva hasta las más altas cotas en dos periodos creativos muy bien definidos de su vida compositiva: uno que inicia en 1770, cuando sólo tiene catorce años y otro, a partir de 1781, cuando se instala en Viena y escribe sus mejores páginas: los seis cuartetos dedicados a Haydn, el cuarteto Hoffmeister y los tres prusianos, donde concede un papel muy significativo al violonchelo.

Hoy contamos en Música Inesperada con Gabriel Lauret, catedrático de Música de Cámara del Conservatorio Superior de Música de Murcia y primer violín del Cuarteto Saravasti, al que le he pedido un imposible, el encontrar cuatro movimientos de cuarteto de cuerda entre los escritos por el genio de  Salzburgo que, a su criterio, formen un cuarteto perfecto: “Esto en sí es una contradicción. La mayor parte de los cuartetos de Mozart del segundo periodo son composiciones perfectas que están magníficamente estructuradas de manera que, el equilibrio entre cada uno de los movimientos, el juego de tonalidades entre ellos, su orden y proporciones, logran obras de arte perfectamente compensadas”.

Como lo que realmente perseguimos con este post es que el lector se anime a escuchar íntegramente estos diez grandes cuartetos del segundo periodo de Mozart, mi amigo Gabi finalmente accede a seleccionar cuatro movimientos. Los tres primeros movimientos corresponden a la serie de seis Cuartetos dedicados a Haydn como respuesta a sus cuartetos opus 33. En su dedicatoria, Mozart admite que habían sido compuestos como “fruto de un largo y laborioso trabajo”, algo que contradice la visión que nos ha legado el Romanticismo sobre un compositor que escribiría siempre con absoluta facilidad, casi al dictado de una mente superior: “En mi opinión, Mozart es la conjunción perfecta de unas condiciones musicales descomunales y de una formación musical que inicia con su padre completada con las enseñanzas que recibe en cada uno de sus viajes, lo que finalmente eclosiona con su asimilación del contrapunto del Barroco al instalarse en Viena”, afirma el catedrático de Música de Cámara.

Para Lauret, el primer movimiento de este cuarteto perfecto imaginario solo podía ser el  Adagio-Allegro con el que comienza el Cuarteto de cuerdas en do mayor, K. 465, conocido por Cuarteto de las Disonancias: “Los veintidós compases de introducción al primer movimiento fueron interpretados como una provocación y suscitaron reacciones adversas. Algunos editores como Fetis, se permitieron suavizar estas disonancias, entendiendo con ello que eran errores del compositor, pero no hay nada más lejos de la realidad, ya que son el preludio de uno de los movimientos más luminosos de Mozart, un Allegro en do mayor que utiliza motivos de esta introducción”. De acuerdo con el catálogo de obras de Mozart, este movimiento fue completado el 14 de enero de 1785. (ver desde el comienzo el vídeo nº 1).

El segundo movimiento elegido por el violinista es el Adagio del Cuarteto de cuerda en si bemol mayor, K. 458, que es el tercer movimiento del cuarteto conocido como La caza, concluido el 9 de noviembre de 1784. El sobrenombre viene del tema con el que abre el inicio del cuarteto, similar en melodía, ritmo y movimiento de las voces al que realizaban las trompas de caza: “El Adagio, único movimiento de la serie que lleva esta denominación, es una página maestra de una conmovedora quietud. El motivo inicial está salpicado de acentos e interrupciones, que casi suspenden la sensación del tiempo, con alternancias de forte y piano. Le sigue una melodía exquisitamente ornamentada del violín, siendo también admirables los pasajes en los que primer violín y violonchelo dialogan entre ellos”. (En el vídeo nº 2 a partir de 11:17).

De los 23 cuartetos de cuerda compuestos por Mozart a lo largo de su vida, solo dos están escritos en una tonalidad menor, los K. 173 y K. 421, ambos en re menor, tonalidad  que como nos cuenta Lauret es  propia de obras del compositor tan importantes como el concierto para piano nº 20, el inicio de la ópera Don Giovanni o el célebre Requiem. El Cuarteto de cuerda en Re menor, K. 421 es una de las obras de madurez dedicadas a Haydn y en él percibimos su enorme gama expresiva. Fue escrito el 17 de junio de 1783 durante la noche en la que Constanza le daba su primer hijo. La recomendación del catedrático es el tercer movimiento del K. 421, un Menuetto Allegretto que, “por contraposición a lo esperado, no es una danza. Al contrario, nos sugiere casi un himno de una enorme intensidad que entonan los cuatro instrumentos. Por contraposición, el trío en re mayor es una sección muy ligera, a modo de serenata, en la que el primer violín canta como una soprano acompañado por el rasgueo en pizzicato de los otros instrumentos, uniéndose esporádicamente a este canto la viola”. (En el vídeo nº 3 a partir de 15:47).

En 1789 Mozart termina la composición de los tres Cuartetos prusianos, probablemente destinados al rey de Prusia Federico Guillermo II, violonchelista aficionado. Nunca llegó a completar la serie de seis inicialmente prevista, probablemente por las dificultades económicas que sufría el compositor: “El hecho de otorgar un gran protagonismo al violonchelo tendrá dos consecuencias importantes. Por una parte, este papel requiere un considerable virtuosismo fuera del alcance de un aficionado. Por otra, el violonchelo deja de ser el instrumento que casi permanentemente realiza el papel de bajo y la emancipación de este rol supone la culminación del cuarteto moderno, en el que los cuatro instrumentos dialogan en un plano de igualdad, compartiendo momentos de solistas y de acompañamiento”. 

Para Gabriel Lauret, el Allegretto Finale del Cuarteto de cuerda en re mayor, K. 575 es el  más interesante desde el punto de vista compositivo y estructural: “El movimiento presenta forma de Rondo, por lo que la sección de apertura vuelve repetidamente, cada vez adornada con un tipo diferente de acompañamiento. Mozart vuelve a utilizar el tema de apertura del primer movimiento y lo convierte en una compleja conversación. Cada uno de los instrumentos actúa como solista entrelazados en un diálogo orgánico de gran simetría y equilibrio, donde es evidente el dominio de Mozart sobre la ópera”. (En el vídeo nº 4 a partir de 17:20).

Haydn, tras escuchar los seis cuartetos que Wolfgang le dedicó, le dijo a Leopold Mozart: “Ante Dios, y como un hombre honesto, os digo que vuestro hijo es el compositor más grande que yo conozca, en persona o por reputación. Tiene gusto y, sobre todo, el más profundo conocimiento de la composición”.

Poco más se puede añadir.

Vídeo nº 1:

Vídeo nº 2:

Vídeo nº 3:

Vídeo nº 4:

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por Carlos Escobar

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