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Carlos Escobar

Música inesperada

Cosas de hadas

La adolescencia no es igual para todas las personas. En la historia de la música hay un hecho singular que no deja de ser enigmático. En el año 1825 un joven compositor de tan sólo dieciséis años, escribe una obra de cámara para octeto de cuerdas que hasta la fecha no ha sido igualada desde el punto de vista musical y artístico.

Para aclarar el misterio, hemos invitado a un experto profesor de música de cámara y miembro del Cuarteto Saravasti, que conoce la obra muy bien desde hace tiempo, el violista Pedro Sanz Ayala, para el que la obra maestra está llena de fuerza, fogosidad, pasión y vitalidad: “Existen los dobles cuartetos de Louis Spohr, las dos pequeñas piezas de Shostakovich y el octeto de Schubert para instrumentos de cuerda y viento, pero ninguna de ellas comparable al octeto de Mendelssohn, la obra que hoy vamos a comentar”.

La formación de octeto de cuerdas (cuatro violines, dos violas, dos violonchelos) que compuso Mendelssohn es genial, fantástica y única. Para este violista y profesor del Conservatorio de Murcia el movimiento Allegro moderato ma con fuoco con el que se inicia es una combinación de fuerza y energía: “El primer violín canta el primer tema basándose en el arpegio de mi bemol mayor y sobre las armonías y síncopas de los instrumentos restantes. Posteriormente, los temas van pasando por el resto de voces, aya de forma individual, por parejas o en grupos de cuatro instrumentos. Destacaría el gran unísono central en escalas de semicorcheas al que poco a poco se van uniendo todas las voces para desembocar como un gran alud en la reexposición del primer tema”.

El Octeto de Mendelssohn es una obra casi habitual del Concierto Extraordinario de Navidad que desde 1999 ofrece el Cuarteto Saravasti y del que Pedro Sanz es miembro fundador. Con respecto al Andante, nuestro invitado destaca su lirismo y delicadeza: “Está escrito en compás de 6/8, a modo de siciliana con un ritmo de tresillos casi constante, con escalas ascendentes y descendentes que dibujan una línea musical llena de ternura, belleza y dulzura”.

El tercer movimiento es quizás el más característico de Mendelssohn en cuanto al gusto de éste por escribir scherzos mágicos llenos de misterio y bruma, que nos recuerda las rondas de hadas del Sueño de una noche de verano o del Trío con piano en re menor opus 49. Sanz explica que este movimiento está basado en unos versos del Fausto de Goethe y como aparece en la partitura, debe sonar siempre pianísimo y staccato:“De ahí la extrema dificultad de este movimiento, ya que los omnipresentes grupos de semicorcheas van pasando por las ocho voces siguiendo un mecanismo de relojería, y esto exige que los intérpretes tengan un control exhaustivo de los golpes de arco -como el spiccato o el ricochet- que combinados con trémolos y trinos logran ese efecto mágico y fantasmal”. 

El cuarto movimiento es el más grandioso y sinfónico. Desde su inicio es espectacular, con un solo del segundo violonchelo al que se van uniendo en orden ascendente el violonchelo I, viola II, viola I, violines IV, III, II y I, con la misma fórmula rítmica de corcheas ágiles y llenas de fuerza a modo de fugato. Esto crea en palabras de Sanz un efecto de ola marina desde un extermo del escenario al otro. 

Para una formación de cámara tan consolidada como el Cuarteto Saravasti, el elegir cuatro músicos para formar el octeto se basa en principios musicales y de amistad: “Es primordial contar con músicos capaces de abordar la obra en pocos días de ensayos. Por otro lado, para hacer buena música es imprescindible un buen ambiente y todo sale mucho mejor si te lo pasas bien. Por ello, compartir esta genial música genial con amigos es algo fantástico y una de las mejores sensaciones que nos da esta profesión”.

Para el violista del Cuarteto Saravasti, la fórmula de sumar cuatro invitados a la base del cuarteto funciona muy bien ya que les permite realizar un trabajo previo y, sobre él, añadir las cuatro partes restantes: “Digamos que ya tienes la mitad construida y no tienes que empezar desde cero con ocho músicos”. Hay que tener en cuanta que el Octeto de Mendelssohn tiene la dificultad añadida de las ocho voces con la consiguiente distancia física en el escenario: “a veces lo que oyes respecto a los compañeros que están más lejos puede llegar con cierto retraso, lo que es un problema en los pasajes  que precisan de gran exactitud rítmica como los del tercer movimiento”.

Como curiosidad, Pedro Sanz nos recuerda la grabación que hizo en 2005 el Cuarteto Emerson, en la que las ocho voces están interpretadas únicamente por sus cuatro miembros: “cada músico grabó dos partes, pero con dos instrumentos distintos, de manera que el oyente escucha a cuatro personas pero a ocho instrumentos. Me parece una grabación muy original”.

Desde luego que lo es. Les dejo con una grabación del primer movimiento del Octeto para cuerdas de Mendelssohn del Cuarteto Saravasti (Gabriel Lauret, Diego Sanz, Pedro Sanz y Enrique Vidal) reforzado con Felipe Rodríguez, Antonio García Egea, Joaquín Riquelme y Lorenzo Meseguer. Una combinación impensable incluso para el mejor cuento de hadas.

 

 

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por Carlos Escobar

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