La música es el lenguaje universal que mejor expresa las emociones. Tanto los momentos agradables de la vida, como los más tristes, pueden ser compartidos y acompañados de música, de forma que podamos transcender y comprender mejor la naturaleza humana.
Hoy vamos a comentar una obra concebida con el fin de mostrar el sentimiento de pena que produce la muerte de un ser querido escrita por uno de los más grandes compositores de la historia de la música.
Giacomo Puccini (1858-1924) nació en el seno de una familia que a lo largo de cuatro generaciones interpretó obras para la liturgia eclesiástica. Sin embargo, Giacomo desarrolló su carrera profesional en el mundo de la ópera, recreando de un modo admirable la esencia femenina a través de personajes inolvidables como Mimí, Tosca, Liú o Madama Butterfly, entre otros. En 1890, con motivo del fallecimiento de Amadeo de Saboya, duque de Aosta y fugaz rey de España, escribió en sólo una noche, la obra para cuarteto Crisantemi, que luego fue ampliada en una versión para orquesta de cuerda.
La composición es de una belleza inaudita al tiempo que de una manera sencilla y transparente transmite fielmente el sentimiento de pena ante la muerte de un ser muy querido. La utilización de recursos musicales por parte de Puccini para conseguir su idea musical contribuye a la condición de obra enigmática. Precisamente por ello, hoy la comentamos con Octavio de Juan Ayala, profesor de viola e integrante del Cuarteto Almus y de Il Concerto Accademico, que además de interpretarla y grabarla en estudio, ha empleado esta pieza en los estudios de Neurofisiología que co-dirige.
Para entender cómo Puccini consigue transmitir el sentimiento de lamento, Octavio de Juan cita al profesor Zemir Seki, considerado el padre de la Neuroestética, que en su libro Vision Interior afirma que los grandes artistas y, en especial los músicos, atesoran las habilidades propias de los grandes neurólogos aunque no tengan sus conocimientos científicos: “Consiguen espolear los mecanismos cerebrales para generar la riqueza emotiva que hace que las obras nos impacten de esa manera”.
Según de Juan, Puccini se desmarca del modus operandi de otros músicos como Beethoven en su Tercera Sinfonía o Chopin en su célebre marcha fúnebre, cuyas composiciones están escritas para el transporte de féretros: “La influencia romántica de la escena operística contribuye a alcanzar el estado de pasión o demencia del momento del duelo, del sepelio o del estar con los familiares y allegados. Puccini recrea de una manera fantástica el estado fisiológico-emocional del lamento por la pérdida de un ser querido”.
Con este fin, el maestro italiano recoge y aplica los elementos técnicos ideales para expresar los cambios que se producen en cualquiera de nosotros, afirma Octavio: “Son las emociones universales de Ekman comunes a todos los humanos. Crissantemi es una obra que capta como nos afecta corporalmente y fisiológicamente el dolor. Muchos de nosotros hemos pasado por situaciones personales muy dolorosas y la música de esta composición se amolda perfectamente al recuerdo de este momento”.
Profundizando más en estos conceptos, nuestro violista invitado nos cuenta que las reacciones más palpables a consecuencias del dolor que se exteriorizan y percibimos en nosotros mismos o en los demás, se producen a distintos niveles: “A nivel de la respiración, de la posición hacia abajo del cuello, del gesto de las manos y sobre todo de la ruptura de nuestra tranquilidad fisiológica, que viene marcada por el pulso normal. Cuando este ritmo basal aumenta o disminuye, el cuerpo nos avisa y el genio de Puccini también lo hace de forma magistral”.
El compositor gestiona muy bien la contribución de los instrumentos para lograr el efecto pretendido y los conocimientos musicales de Octavio nos ayudan a entender todo esto mejor: “El compás de la obra es ternario lo que le confiere un carácter inestable. El violonchelo desde el principio introduce una ligadura -lo que alarga la nota- creando una síncopa -lo que desplaza el acento musical dentro de un compás-, rompiendo la pulsación natural de la sucesión sonora. A partir de aquí, se produce un mecanismo, un juego, un debate o, si queremos, un diálogo doloroso entre los instrumentos liderados por el primer violín. La viola intercala momentos donde se hace más patente el dolor y que interrumpen en cierto modo el diálogo. Personalmente, me gusta el papel de la viola en el segundo tercio de la obra, cuando emite cuatro semicorcheas que intencionadamente prefiero tocar haciendo temblar el arco, simulando los estertores del dolor. No puede haber más intensidad dolorosa que en la muerte de un ser muy querido, lo más cercano al la muerte personal.”
En la obra se reconocen dos melodías escritas en la tonalidad de do sostenido que para de Juan no son tan dispares como podría parecer: “Ambas contribuyen al canto de esperanza que alterna con momentos de resignación y dolorosa aceptación, sentimientos que vuelven a reactivarse”.
Otro recurso que utiliza Puccini es el unísono de los cuatro instrumentos del cuarteto, lo que para Octavio de Juan es un recurso muy enfático por su sencillez y potencia sonora: “En cantos de contenido político, reivindicativo o deportivo, como es el himno del Liverpool -You’ll Never Walk Alone- a veces se nos ponen los pelos de punta por cómo se une todo para expresar un sentimiento concreto. En Crisantemi, ocurre algo parecido por la propia fisiología del lamento”.
Y aprovechando las virtudes docentes de este profesor de música y cuartetista, le pido que nos hable de la agógica como recurso expresivo relevante en esta composición: “La agógica es el cambio de velocidad o tempo que marca el metrónomo, aunque el compositor dispone de recursos adicionales y que desarrolla de una manera instintiva el intérprete. Las reacciones humanas propias del dolor tienen la dualidad de ser perfectamente entendibles e incontrolables, al estar regidas por zonas cerebrales autónomas y relacionadas con las emociones. En Crisantemi, existen momentos donde tenemos sensaciones agógicas o de cambios de tiempo logradas tan sólo con cambios en la articulación, introduciendo síncopas o con modificaciones de la dinámica (potencia o volumen con el que se toca). Toda esta serie de cambios contribuyen al resultado emocional”.
Como comentábamos antes, Crisantemi está ligado a Octavio de Juan Ayala por distintos motivos. Además de la grabación del sello RTVE con Il Concerto Accademico del disco Música en la Ingenieria (volumen II), la bella pieza de Puccini ha entrado en los anales de la Neurociencia por ser utilizada en la experiencia co-dirigida por el propio de Juan en 2014 que registraba mediante electroencefalografía las respuestas simultáneas de los cuatro integrantes del Cuarteto Almus (ver imagen adjunta). Esta investigación llevada a cabo en el Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid analizó la actividad cerebral en la sincronización, una de las actividades neuronales más complejas de la mente humana, en opinión de nuestro invitado.
Espero que les resulte interesante la audición de Crisantemi, especialmente tras conocer algo más de cómo Puccini nos muestra nuestras propias pasiones en los momentos de duelo. Finalmente, la belleza de esta música nos llena de esperanza porque todavía quedan muchas obras de cámara por analizar de la mano de expertos.