En el periodo romántico surgieron fantásticos músicos que incorporaron elementos de la música folclórica a sus melodías, armonías y ritmos con el fin de enriquecer su original concepción del arte. En contra de lo que se podría pensar el mensaje de estos compositores no tenía un puro trasfondo político, sino más bien un intento de destacar la cultura propia frente a la impuesta por los grandes imperios. Como afirman Alec Roberttson y Denis Stevens en The Pelican History of Music, el Nacionalismo es un movimiento resultante de la evolución natural del Romanticismo y del auge democrático, que se manifestó sobre todo en la utilización de la lengua natal en la ópera. Tanto en este género como en la música programática las historias, personajes y escenas adquirieron una dimensión regionalista y vinculada a los orígenes o las experiencias vividas por el compositor.
En el siglo XIX, Italia y Bohemia (parte de la actual Chequia) estaban sometidas a las reglas del Imperio Austríaco y especialmente a la obligación de emplear la lengua alemana como oficial. Compositores como Smetana crearon operas en lengua checa y poemas sinfónicos llenos de escalas, ritmos, polcas, furiant y otros elementos populares muy del gusto del pueblo.
En el terreno de la música instrumental, uno de los músicos más célebres fue Antonin Dvorak cuyas originales composiciones sinfónicas y camerísticas tuvieron el reconocimiento de maestros de la talla de Brahms, a pesar de no seguir la tendencia centroeuropea.
La enorme personalidad de Dvorak facilitó que incorporara elementos de su Bohemia natal sin traicionar en ningún momento a su estilo. Por ello, durante el periodo que estuvo dirigiendo el Conservatorio de Nueva York, las influencia de la música americana contribuyó a la creación de las dos obras que lo hicieron mundialmente famoso como la Novena Sinfonía o Sinfonía del Nuevo Mundo y el Cuarteto Americano para cuerdas. Podemos decir que el compositor checo recibió en Nueva York una transfusión de la variada música popular americana, que a pesar de ser tan distinta a la europea, se integró sin reacciones adversas en su singular propuesta creativa.
De este modo, los cánticos indios, los espirituales de los esclavos procedentes de África y los himnos de los primeros colonos, cimentaron lo que sería la música tradicional norteamericana y de la que Dvorak fue consanguíneo con un resultado formidable.
Esta semana hemos escuchado la versión preparada por la OSRM de La Sinfonía del Nuevo Mundo (ver enlace de vídeo musicön) y que algunos privilegiados podrán vivir en directo en el Auditorio de Murcia el próximo viernes. Aunque con la grabación disponen de las notas al programa, a modo de pinceladas podemos decir que la sinfonía consta de cuatro movimientos y que combina la tradición europea, los ritmos bohemios y la influencia americana. Esta última caracteriza por los modos pentatónicos y menores naturales, que el compositor empleó para imitar estos temas populares con un sorprendente efecto.
La obra comienza con el Adagio-Allegro molto en el que trompa y cuerdas nos muestra un esbozo del tema cíclico que oiremos en los cuatro movimientos de la sinfonía [3:29], que aparece en su forma completa en [4:05]. También es muy interesante el segundo tema en oboes y flautas en el caracter´sitico modo menor natural [5:15] y especialmente bonito el que canta la flauta 6:24], y que nos recuerda al tema cíclico.
El célebre Largo está inspirado en escenas funerales del bosque y en él el protagonista es el corno inglés [13:23] con su nostálgica melodía que recuerda al oeste americano. Posteriormente las maderas y cuerdas tocan un triste segundo tema [17:49]. El tercer momento más cautivador de este Largo es un canto pastoral en el que aparece el tema de la sinfonía [21:43].
Aunque el Scherzo-molto vivace está inspirado en la danza de los indios en el bosque [26:20], tiene un claro carácter centroeuropeo que evoca al Beethoven de la Novena Sinfonía. El segundo tema es una danza del Viejo Continente [29:44] y en la coda aparece el tema cíclico de la sinfonía.
El Allegro con fuoco recopila todo lo escuchado tanto de la vertiente americana como de la europea y desde el principio los metales entonan el intenso tema del final en el modo menor natural [35:05]. Aunque es difícil destacar momentos de esta soberbia sinfonía, les recomiendo que presten atención a la cuidada melodía del clarinete [37:14], las intervenciones de la trompa [37:27 y 41:27] y la reaparición del bello tema del Largo, que aquí tiene un toque más animado [40:08].
La Novena de Dvorak, como obra de arte que es, les hará descubrir cosas nuevas cada vez que la escuchen.