Detrás de una mascarilla aumenta el misterio por lo desconocido. Resulta imposible imaginar la fisionomía facial de las personas que acabamos de conocer, aunque el descifrar las miradas resulte fascinante. Sin embargo, los ojos, gestos y timbres de voz que nos son familiares, se revelan con extrema claridad aunque se escondan tras sofisticados medios de protección.
Por ello, las historias de enmascarados resultan poco creíbles cuando los individuos que son tratados por seres cercanos consiguen ocultar su identidad con tan buen resultado.
En lengua italiana, mascarilla de dice maschera y en estos días en la que todos danzamos por la vida ataviados de tan singular prenda, ronda entre mis oídos la célebre ópera de Verdi titulada Un ballo in maschera, todo un compendio de nobles pasiones en las que el amor, la amistad, la fidelidad, la confianza, los celos, las intrigas políticas y la muerte transitan a lo largo de la trama.
La obra de Verdi nació rodeada de polémica ya que el argumento no era apropiado para los años de la unificación italiana. El compositor gozaba entonces de notable fama y una excelente situación económica como para elegir la temática que más le atrajese. Tras la trilogía compuesta por Rigoletto, Il trovatore y La traviata, el maestro de Busseto se decantó por un tema tan delicado como el asesinato del rey Gustavo III de Suecia acontecido a finales del siglo XVIII durante un baile de máscaras. En la Italia de Verdi, el poner música a un regicidio debido a cuestiones políticas era una provocación que el poder establecido no permitió. Tras muchos problemas, finalmente consiguió estrenar la ópera en Roma, ciudad que pertenecía a los Estados Pontificios, cambiando personajes, lugares y móvil del asesinato.
El resultado es de una belleza musical inigualable donde se combina el gusto francés con la tradición italiana en una ágil secuencia de escenas situadas en lugares que facilitan el ingenio creativo de Verdi (sala del palacio del gobernador, cueva de la hechicera, paraje campestre solitario, casa de Renato y sala de baile del palacio).
Riccardo, el gobernador de Boston, está enamorado de Amelia, la mujer de Renato, su leal secretario, pero se trata de una relación no consumada. A su palacio acude un juez pidiendo el exilio de una hechicera, por lo que el gobernador decide visitar su gruta disfrazado de pescador. Allí descubre que Amelia le corresponde y la hechicera le predice que será asesinado. En la escena del campo solitario, Amelia se disfraza con un velo, consiguiendo no ser reconocida por su propio marido. Finalmente, en el baile de palacio, todos los personajes van disfrazados, ocultando su identidad. Allí Renato, en un ataque de celos atenta contra Riccardo que, antes de morir lo perdona, explicándole que su amor puro no es un deshonor para él.
Les recomiendo la escucha de esta ópera. Créanse eso de que es posible ocultarse detrás de una máscara y disfruten de la música genial de Verdi.