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Carlos Escobar

Música inesperada

Corazones contemplativos

En los momentos radiantes de la vida somos capaces de ofrecer de forma natural lo mejor de nosotros mismos. Seguramente esto es lo que le ocurrió al compositor austriaco Anton Bruckner (1824-1896) bajo el estado de euforia que siguió al exitoso estreno de la Quinta Sinfonía, mientras estaba preparando su siguiente gran composición.

El maestro de Ansfelden dedicó dos años a la creación de la Sexta Sinfonía en La mayor (1879-1881), una de sus catedrales sonoras en las que enlazó lo telúrico con lo celestial y lo humano con lo espiritual. El mismo compositor bautizó esta obra con el título Die Keckste (La descarada), aunque como comprobará el lector, su frescura alcanza los planos más sublimes del arte.

Philip Bardford definió la Sexta de Bruckner como “la sinfonía de un filósofo” dada la madurez de su escritura y la belleza formal contenida en sus pentagramas. Este compositor tan agradecido a Dios no necesitó revisar la obra  (a diferencia de otras sinfonías) que nunca escucharía completa en vida, ya que no fue estrenada hasta febrero de 1899 en Viena y bajo la batuta de Mahler.

Hoy les invito a escuchar el Adagio de la Sexta Sinfonía de Bruckner con la anotación Sehr feierlich (muy solemne) escrito en la tonalidad de Fa mayor, en un compás de 4/4 y con el ortodoxo esquema de la clásica forma de sonata. Estoy seguro que les cautivará este lento movimiento cuyo halo de misterio es logrado por el maestro a través de elaborados cambios de armonía.

El primer tema del Adagio es una anhelante canción de amor que surge de los primeros violines en piano y que tiene una inmediata respuesta en el quejumbroso y melancólico lamento del oboe (0:36) que delinea  el clima del resto del movimiento.

Tras una transición que modula a la tonalidad de Mi mayor a cargo de las trompas y de los instrumentos de madera (2:50), aparece el segundo tema que podríamos definir como una tranquila melodía de amor por parte de los primeros violines sustentada con el contracanto de los violonchelos (3:02).

Los violines principales vuelven a ser protagonistas al introducir el sombrío y triste tercer tema de violonchelos y contrabajos. Se trata de una marcha fúnebre que transita entre las tonalidades de Do menor y La bemol mayor y que nos recuerda a la frase inicial del oboe, todo muy en la línea de lo que será la música de Mahler.

Tras un breve desarrollo, se vuelven a exponer todos los temas siguiendo la forma clásica. Es muy interesante la coda final que genera una atmósfera de paz y completa serenidad.

La audición que les propongo es la de Sergei Celibidache con la Filarmónica de Munich, una experiencia emocional única para los corazones más contemplativos.

 

 

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por Carlos Escobar

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