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Carlos Escobar

Música inesperada

Teclas del saber

El pasado miércoles compartimos una agradable charla sobre música y cerebro organizada por la catedrática de Anatomía Humana María Trinidad Herrero Ezquerro. Aunque soy médico de profesión, ella me invita anualmente a la Semana del Cerebro para hablar de las conexiones entre música y este importante órgano de nuestra economía. 

Reconozco que me gusta hablar sobre la importancia de la formación en Humanidades y, en particular, en Música, ya que mi condición de aficionado me posibilita descubrir cosas de interés casi a diario. Además de leer, escuchar, tocar, hablar, escribir y recibir clases, tengo la fortuna de tener amigos músicos con los que analizamos e interpretamos obras de cámara.

Hoy les destaco a uno en particular, ya que, sin ninguna duda, es con el que he aprendido más cosas. Pedro Olivares Galvañ, catedrático de Historia, escritor, pianista y eterno maestro de generaciones de murcianos, con su extensa sabiduría es capaz de iluminar los detalles más sorprendentes.  

Compañeros de butaca en conciertos y de atril en ensayos, durante los últimos diecisiete años, Pedro me ha desvelado las emociones que nos devuelve la música, como sólo lo hace un maestro. Los amables y generosos comentarios recibidos tras la charla sobre música y cerebro, refuerzan aún más mi convicción de que, si soy capaz de comunicar sobre música con cierta magia, se lo debo a él.

En agosto de 2009, nuestro grupo de cámara organizó la tradicional Schubertiada de verano con música del compositor romántico. Entre las obras que preparamos figuraba Gretchen am Spinnrade (Margarita en la rueca), opus 118 en versión para clarinete y piano.

Esta preciosa composición que Franz Schubert escribió el 19 de octubre de 1814 sobre texto del Fausto de Goethe, marca el momento del nacimiento de la canción alemana (lied). 

Margarita (Gretchen) es una ingenua joven que se enamora del doctor Fausto, un noble mucho mayor que ella y que, con la ayuda del diablo, duerme a la madre de la chica y consuma una relación consentida, quedando la chica embarazada. Poco después, Margarita escucha a las mozas del pueblo contar la historia de una niña que quedó encinta y se vio obligada a matar al bebé y a vivir de la mendicidad. El texto de la canción es el ruego de misericordia de Margarita dirigido a la Virgen María. Desde este instante, el alma perdida de la joven y su intenso conflicto interior nos conmueven, ya que al ceder a la tentación del pecado queda en una situación de terrible desamparo personal y social. 

Como nos explicaba Pedro, el aislamiento que vive Margarita refleja el del propio Schubert y la melodía refleja magistralmente el dolor de la joven que, sentada en la rueca, entra en un terrible bucle emocional. Hay que decir que el propio compositor pasaba por momentos difíciles tras un amor no correspondido por diferencias de clase social.

Cuando Pedro se sentó al piano para comenzar la interpretación,  su mano izquierda marcaba un sombrío ritmo sempre stacatto de una nota blanca con puntillo, expresando con ello el ordenado mundo material. Por otro lado, su mano derecha dibujaba en legatto un doble grupo de semicorcheas a modo de incesante repetición rítmica de la rueca, mostrando la inquietud y la ansiedad de Margarita (y de Schubert). Pedro equiparaba ese patrón de notas a la huída implacable del tiempo y al angustiado corazón de la joven que no deja de latir. Janie Brokenicky, en su trabajo de máster de 2012, añade que se trata de una metáfora de las emociones confusas de la joven, en estado hipnótico por las tentaciones amorosas sufridas. En este sentido afirma que, a medida que aumenta la música, Margarita va perdiendo el control.

Sobre este doble plano de mano derecha (la inquietud interior y de la rueca, el desorden) y mano izquierda (el ordenado mundo material) se superpone la voz de la soprano, papel que me tenía asignado con el clarinete. Pedro Olivares me pedía que tratara de reflejar la soledad y la ansiedad por el amado de una chica desconectada del mundo. Si el acompañamiento del piano en esta obra es esencial, la belleza expresiva de la melodía sobrevuela al texto especialmente si se interpreta con fluidez y musicalidad. 

En Margarita en la rueca, hay un momento de clímax (01:57) en la que la máxima sensación de angustia coincide con la expresión “sein Kuß” (“Su beso”). En este instante el piano se detiene y Margarita queda ensimismada pensando en el beso de Fausto. Janie Brokenicky lo define como un momento de éxtasis que lo calma todo.

Tras esta pausa, la agitación interior de Margarita intenta retornar, pero la rueca de semicorcheas titubea. Finalmente, se superan estas dificultades y el movimiento perpetuo vuelve a reflejar la obsesión de Margarita y de Schubert por aislarse de la realidad.

Creo que con esto queda aclarado dónde está la academia donde aprendo música.

 

 

 

 

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por Carlos Escobar

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