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Carlos Escobar

Música inesperada

Sinfonías encubiertas (III)

Que un músico se muestre muy crítico consigo mismo y con los demás tiene dos consecuencias. La primera es el tiempo que tarda en presentar la versión definitiva de su primera composición tras haber desestimado ingente material que no es de su agrado. La segunda condiciona la nutrida lista de enemigos acérrimos, muchos de ellos para toda la vida.

Johannes Brahms es un ejemplo claro de este modo de comportamiento. Sus declaraciones, a veces en la cara del desairado, le generaros adversas antipatías entre músicos del nivel de Chaikovski, Wagner y otros creadores de óperas, género que no trabajó por no considerarse lo suficientemente estúpido.

Pero si Brahms fue exigente con alguien. fue precisamente consigo mismo. Por ello, la obra que comentamos hoy tiene el honor de ser su primera gran obra camerística de su total aprobación, gestada durante el verano de 1860, cuando el maestro tenía 27 años.

El Sexteto  de cuerdas nº 1, en si bemol mayor, opus 18 está influenciado por los sentimiento que le despertaron la naturaleza de Hamm, ciudad de la cuenca del Ruhr cuyo primaveral clima, alejado de la oscuridad de Hamburgo, hizo que la obra se impregnara de luz y recibiera el sobrenombre de Frülingssextett (Sexteto de primavera).

Constituido por cuatro movimientos (Allegro ma non troppo, Andante ma moderato, Scherzo y Poco Allegretto e grazioso), el primer sexteto de Brahms está plagado de influencias de Haydn, Beethoven y Schubert así como del folklore y los aromas de Viena.

La formación del sexteto (2 violines, 2 violas y 2 chelos) le permite al compositor alemán esquivar la escritura para cuarteto, género que abordó entrado en la cuarentena. Así, el primer movimiento comienza con un bello tema en el que participan tan sólo tres instrumentos, para a continuación escribir una reexposición para cinco músicos. Esto es una constante en todo el sexteto, con frecuentes fragmentos donde hay dobles cuerdas que hacen imposible que esta música pueda ser interpretada por un cuarteto de cuerdas.

Este primer movimiento sigue estrictamente la forma clásica sonata y tiene tres temas, dos de ellos melódicos y otro más rítmico donde recordamos a Schubert. El oyente disfrutará de la amplitud de los temas y del carácter que ofrecen los instrumentos graves.

El Andante ma moderato está constituido por cinco variaciones a partir de un lento tema de aire popular. Como curiosidad, en la quinta variación, el oyente atento disfrutará de un timbre propios de gaitas a cargo de las violas.

El tercer movimiento evoca al scherzo de la Quinta Sinfonía y la obertura Egmont de su admirado Beethoven y el movimiento final es un rondó salpicado de música popular donde los chelos nos transportan a la Viena de Franz Schubert, con el impulso juvenil de una música que hace que los algo más de treinta minutos de duración, nos sepa a poco.

 

 

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por Carlos Escobar

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