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Carlos Escobar

Música inesperada

Los brazos ignorados

A lo largo de estos casi dos años de pandemia son multitud las actividades profesionales y acciones desinteresadas que han sido reconocidas y aplaudidas. También ha aumentado el protagonismo de las miradas que destacan por encima de las inexpresivas máscaras, el de las orejas que las sustentan en la cara y, sobre todo, el de los brazos que se activan para ayudar a los demás y buscan los codos amigos o, por el contrario, esperan inmóviles a recibir una  merecida inmunización.

En cierto que hay brazos que han quedado repentina y permanentemente paralizados en su quehacer durante la covid-19 y que pertenecen a casi todos los estamentos sociales y profesionales. Me refiero a la regresión sufrida por la hostelería, servicios de seguridad, la industria, el transporte, los servicios, el mantenimiento y en los escenarios donde se disfruta y se comparte la cultura, entre otros.

La pandemia ha tenido especial repercusión en las orquestas profesionales de todo el planeta. Las batutas, violines, violas, violonchelos, contrabajos, clarinetes, flautas, oboes, fagotes, trombones, trompetas, tubas, pianos y timbales, han seguido en los brazos de personas que ofrecen lo mejor de ellas, sin la posibilidad de hacer música en grupo ni de sentir la proximidad del público en las butacas de la sala.

Afortunadamente, la vida orquestal va recuperando parte de las palpitaciones de antaño y, ajena a las restricciones, preparan los programas como si el aforo de la sala fuese a llenarse al completo. El público, sin embargo acude al auditorio de forma muy gradual a pesar de las medidas de seguridad. Es comprensible que las personas con más edad sacrifiquen su pasión por la música clásica en directo ante la vulnerabilidad frente a un enemigo invisible y en cierto modo imprevisible.

La incertidumbre ha sustituido al melómano en la sala de conciertos, pero la orquesta necesita seguir en actividad para mantener el nivel artístico y profesional que debe exigirse. Por ello, los ciudadanos debemos hacer un esfuerzo para salir de la zona de inquietud y ocupar nuestro lugar en el ecosistema de la cultura.

El próximo jueves día 3 de febrero la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia vuelve a escena. Interpretarán el Nocturno Sinfónico de Fernández-Barrero, los Nocturnos de Andalucía para piano y orquesta de Palomo y las Variaciones Enigma de Elgar, bajo la dirección de Ramón Tebar y la actuación de la pianista Judith Jáuregui.

Desde estas páginas, les animo a ir al concierto siguiendo las medidas de seguridad establecidas. Escucharán un programa muy atractivo y apoyarán a nuestros músicos en un día especialmente importante para ellos. Al mismo tiempo, le harán un guiño a Edward Elgar, un compositor que en las Variaciones Enigma opus 36 no sólo hizo un alegato a la amistad, sino a la fidelidad. En el audio adjunto escucharán la novena variación (Memrod. Adagio), dedicada a su amigo y colaborador August Jaeger, que trabajaba para la editorial musical Novello. En el único momento en el que Elgar se aleja de las tonalidades de do y sol,  crea una emotiva pieza en mi bemol que rinde homenaje a una persona que siempre lo apoyó, tanto en los momentos felices como en los más difíciles de su existencia. 

Ojalá la intensidad de este fragmento orquestal de Elgar sirva para despertar y activar consciencias que, con un generoso gesto, contribuyan a proteger uno de los bienes culturales fundamentales, la música.

 

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por Carlos Escobar

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