La tranquilidad que respiraba la céntrica calle del centro de Viena se vio alterada por las expresiones de entusiasmo de los abonados que salían del número 12 de la calle Tuchlauben. Esa tarde de marzo de 1824, la Sociedad de Amigos de la Música había convocado a sus miembros con motivo del estreno del último cuarteto de Franz Schubert. Aunque era un edificio alquilado, Zum Roten Igel tenía una excelente acústica para los conciertos.
La velada era prometedora. El escuchar música del joven compositor vienés interpretada por el Cuarteto Schuppanzigh era tan atractivo que esa tarde se congregaron casi todos los socios de la agrupación, algunos haciendo un gran esfuerzo para salir aún convalecientes del resfriado que los había tenido en cama toda la semana. Las toses que se escucharon entre los movimientos del cuarteto fueron desproporcionadas para una audiencia tan cultivada como la de la Gesellschaft der Musikfreunde.
Aunque hacía frío, los asistentes al concierto caminaban con lentitud hacia sus hogares para así disponer de más tiempo para comentar la nueva propuesta de Schubert. A la altura de la Iglesia de San Esteban, un pequeño grupo de socios dispuesto en corro intercambiaba las sensaciones posteriores al concierto. Este quinteto de melómanos hacía siempre el mismo trayecto desde el edificio de conciertos hasta la Stephanplatz donde antes de separarse camino de casa, se detenían para ultimar la conversación.
“Ha sido un concierto fantástico. Este Schubert y mi primo Ignaz pueden hacer historia en Viena”, decía Anna, una adinerada dama vienesa que dedicaba su vida a la música y de la que se decía que pasaba las horas sentada al piano incluso cuando atendía a las visitas.
“No estoy de acuerdo”, respondió Otto, un militar retirado que se definía como beethoveniano hasta la médula. “Nuestra sociedad programa a este joven compositor sólo por ser un miembro más de la misma, pero le falta el carácter de Beethoven. No usa nunca el contrapunto y yo diría que su música es predecible”.
“Mariscal, con el debido respeto, creo que usted no está siendo justo con Schubert. Sus temas, tan melódicos y delicados, modulan de una manera tan natural que por ello usted considera que todo lo que sale de su pluma es sencillo”.- Afirmó Hans Sonnleithner, sobrino del fundador de la sociedad y cercano al grupo de amigos de Schubert.
Era muy habitual que en este grupo de debate posterior a los conciertos se vertieran opiniones dispares sobre lo que había acontecido en la sala tan sólo unos minutos antes. El prudente abogado Ludwig Müller siempre aguardaba a escuchar los comentarios de los demás para añadir su toque de calidad como experto en música clásica: “Creo que Schubert ha escrito un cuarteto formidable, muy en la línea del último que escuchamos en la última Schubertiada en casa del tío de Hans. ¿Cómo lo presentó?. No lo recuerdo ahora…”
“Quartettsatz en do menor, Herr Müller”. Respondió Hans.
“¿Y qué opina nuestra querida Caroline?”, preguntó Anna interpelándola con cariño. Caroline era la hija del abogado, una bella y dulce jovencita que acababa de ser presentada en la sociedad vienesa. Era muy prudente y su silencio lo adornaba con una permanente y tierna sonrisa.
“A mí me ha gustado mucho la interpretación del cuarteto, aunque me he perdido varias veces durante las variaciones. Para una inexperta oyente como soy yo, era imposible saber en que tonalidad estaba en ciertos momentos”. Afirmó con modestia la joven.
“Es que no sé como un músico de la categoría de Ignaz Schuppanzigh acepta la dedicatoria del cuarteto de Schubert y además lo interpreta. Con lo grande que ha hecho el Cuarteto Schuppanzigh a la música de cámara de Beethoven”, vociferó Otto von Spaun, cuya nariz se enrojecía cada vez más.
Tal era la predilección que la joven Caroline sentía por Schubert que, de forma inesperada, frunció el ceño y mirando al Mariscal le contestó con cierta insolencia: “Las melodías de Schubert delatan su interior como lo haría un espejo mágico. Siempre hay sufrimiento en el amor, melancolía en los momentos alegres, malicia en el gesto más tierno, y la vida siente la amenaza de la muerte. Franz nunca es un músico superficial, mi Mariscal”.
“Yo estoy de acuerdo con Caroline”, dijo Hans. “Schubert lo está pasando muy mal. Enfermo de sífilis, con problemas económicos y enamorado de alguien inalcanzable para él. La mezcla perfecta para caer en la depresión.
“O en el alcohol, jovencitos…” dijo Otto con una mezcla de ironía y enfado.
“¿Alguien sabe por qué este cuarteto en la menor de Schubert lo ha presentado esta noche mi primo con el título de Rosamunda? preguntó Anna intentando desviar el tema de conversación y esperando que el abogado recogiese el guante.
“Es porque el Andante está basado en una melodía del entreacto de aquella obra titulada así y que no pudimos ver por haber sido cancelada de forma inesperada tras las dos primeras funciones, explicó Ludwig.
“Normal…” refunfuñó el Mariscal.
“¡Otto!. Le recriminó Anna. “Yo he podido identificar algunos lieder de Schubert a lo largo de los cuatros movimientos del cuarteto. Gretchen am Spinnrade* y Götter Griechenlands** están omnipresentes. Lo sé porque los he tocado al piano muchas veces.
“Yo añadiría que el mundo griego está doblemente representado”, aclaró el abogado. “El ritmo de corchea seguido de dos semicorcheas, tan propio de muestro querido Schubert, es con el que Beethoven homenajea a los clásicos en el Allegretto de su Séptima Sinfonía. ¡Amigos, es el ritmo de los versos dáctilos homéricos!”, exclamó con euforia .
“Cuanto sabes, Ludwig. No sé que sería de mí sin estas conversaciones tan interesantes.”, dijo Anna.
“Hora de ir a casa, amigos”. Dijo el abogado algo sonrojado mientras rodeaba con el brazo a su pequeña Caroline.
“Buenas noches” contestaron al unísono todos excepto el Mariscal, que esperó unos segundos para disponer de la última palabra.
“¡Ya hay fecha para el estreno de la nueva sinfonía de Beethoven! ¡El siete de mayo en el Kärntnertortheater! ¡Todo ustedes están avisados! !Eso sí es música! gritaba con energía mientras se alejaba de Stephanplatz.
(*) Margarita en la rueca y (**) Los dioses griegos
NOTA: Este post va dedicado a las personas que tanto disfrutan en una sala de conciertos y en el exterior del edificio conversando sobre el programa. Con el deseo de que podamos volver a vernos en torno a la música.