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Carlos Escobar

Música inesperada

Sinfonías encubiertas (I)

La música de Brahms es única y especial. La originalidad y maestría con la que fue compuesta no pasa desapercibida a los oídos y al cerebro del que disfruta de ella con la tranquilidad precisa para poder apreciar los pequeños detalles que contiene.

En Música Inesperada iniciamos hoy un camino entre las obras de cámara de Johannes Brahms con la intención de destacar los aspectos que podrían estimular el interés del aficionado a la música clásica. Es probable que algún lector considere que el análisis propuesto sea un tanto superficial, pero en este caso, estaremos ante un melómano que ya ha experimentado la magia del compositor que me propongo compartir con todos ustedes.

Las obras de Brahms siguen programándose hoy día en una proporción que harían buena la fórmula de Hans von Bulow de las tres “B” –Bach, Beethoven y Brahms-. Lógicamente, reducir la lista de genios de la composición a esta mínima expresión es del todo injusto, pero sin duda revela la importancia del maestro de Hamburgo en la historia de la música.

Cuando nos centramos en la obra para cámara de Brahms, lo primero que llama la atención, como dijo en su día Schumann, es que estamos ante un compositor cuya maestría brota completamente armada, sin recorrer la progresión gradual propia de una carrera artística. Para él, el conjunto de las composiciones de cámara de Brahms son verdaderas sinfonías encubiertas y estos comentarios vertidos fueron clave para que éstas se publicaran y se presentaran al público. Brahms reconocería poco después que no se acostumbraba a ver sus inocentes criaturas tan decentemente vestidas, refiriéndose a los cuidados cuadernos en las que se difundieron.

Sin duda, el atributo que mejor define las composiciones de Brahms es la pureza con la que fueron concebidas. Aunque apreciamos la inspiración de la música popular y es especial de los zíngaros húngaros y son inevitables las salpicaduras en la partituras de su vida sentimental, en general, Brahms no tiene ninguna intención literaria al recorrer los pentagramas con su pluma.

Tal y como defiende Ivor Keys en su obra Brahms. Música de cámara, las composiciones del creador alemán se clasifican mejor por categorías que por cronología. Hoy les propongo el Cuarteto con piano nº 1 en sol menor opus 25, publicado en 1863 y donde intuimos su maestría como pianista.

Cuando el compositor cumple los treinta años, no es nada habitual encontrar obras compuestas para piano, violín, viola y violonchelo. Por ello, este Cuarteto con piano opus 25 fue tan original. De los cuatro movimientos Allegro, Intermezzo, Andante con moto y Rondo alla zingarese, nos centraremos en el último, que fue el que gozó de más aceptación en su momento.

Este extenso molto presto con el que finaliza la composición contiene las alternancias de los estados de ánimo típicas de la música gitana y un ritmo que nos recuerda al Trío con piano opus 1 de Haydn, manteniéndonos en ascuas durante los algo más de ocho minutos que dura el movimiento. 

Abrochénse los cinturones. Brahms nos transporta en este Rondo alla zingarese a una velocidad nada usual en la música de cámara.

 

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por Carlos Escobar

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