Giacomo Puccini (1958-1924) es un compositor de óperas muy singular. Según Néstor Luján: “Pocos hombres han conocido tan astutamente los resortes de la teatralidad, el juego escénico y el comercio lírico de las emociones”.
El compositor de Lucca (Italia) cuida con especial esmero al personaje femenino de sus óperas. Como verán, es paradójico que, de todo el amor que deposita Giacomo en el órgano vocal de las sopranos, no guarde un poco para su propia laringe.
Puccini es un hombre melancólico con tendencia a la depresión, esposo de una mujer extremadamente celosa y consumidor de cuarenta cigarrillos Abdulah. En el año 1921 inicia la composición de “Turandot” pero no consigue finalizarla por motivos de salud.
En el mes de Febrero de 1924, con el segundo acto de la ópera terminado, Puccini consulta a distintos médicos por molestias en la garganta sin mejoría con los tratamientos propuestos. En otoño, los síntomas empeoran y sufre de disfonía y masas en el cuello. El otorrinolaringólogo florentino Torrigiani le diagnostica un cáncer de laringe en estado avanzado que confirma con una biopsia.
Entre 1925 y 1940, la radioterapia es el tratamiento de elección en Europa y América para los tumores laríngeos. Una vez descartada la opción quirúrgica en el músico (es diabético desde hace tiempo), el Doctor Ledoux del Institut de la Couronné de Bruselas, inicia el tratamiento con radio. Puccini escribe a un amigo: “¡Estoy siendo crucificado como Cristo!”
Posteriomente, el 24 de Noviembre, el Dr. Ledoux coloca varias agujas radioactivasen la garganta de Giacomo en una intervención bajo anestesia local que dura 3 horas y 40 minutos. Al paciente se le realiza una traqueotomía y se le inserta una sonda de alimentación por la nariz. Puccini manifiesta: “Siento como si tuvieses bayonetas en mi garganta”.
A pesar del optimismo del médico, a los cuatro días Puccini sufre un ataque cardíaco y una hemorragia de la herida. Al día siguiente, fallece al alba, al contrario de lo que afirma su personaje, el Príncipe Calaf, al final del aria de “Turandot “ “Nessun dorma” (“Que nadie duerma”), cuando canta “All´alba vincerò”.
La composición y orquestación de los quince últimos minutos de esta famosa ópera son completados por su discípulo Franco Alfano. El día de San Marcos de 1926, Arturo Toscanini estrena “Turandot” en La Scala de Milán. Cuando la representación llega a la escena de la muerte de Liù, el director deja la batuta en el atril, se gira al público y dice: “Aquí se acaba la ópera del maestro. Había escrito hasta aquí cuando murió”. Inmediatamente baja el telón.
Les dejo con Pavarotti y el aria “Nessun fumi” (“Que nadie fume”). ¡Perdón! Quería decir “Nessun dorma”…