>

Blogs

Carlos Escobar

Música inesperada

El helado de Viernes Santo

Muy de mañana y antes de tocar en una representación de ópera, trato de hacer algo de ejercicio trotando por las solitarias calles de la ciudad. Como trompista de la orquesta, necesito mantener mis pulmones en buen estado, al mismo tiempo que la mente despejada con vistas a la intensa tarde de trabajo que me espera.

Hoy es un día especial porque es Viernes Santo y tocamos “Parsifal”, la última obra que escribió Richard Wagner en 1883. La semana de ensayos ha sido muy interesante porque el director invitado conoce la obra muy bien y sabe transmitir perfectamente sus ideas con pinceladas de su expresiva mirada y con sus gestos faciales comedidos. Cómo miembro de orquesta, valoro mucho esta complicidad del maestro con nosotros e incluso me atrevería a decir que los músicos nos sentimos como si éste nos dirigiese desde hace años.

Además, aunque desde el foso orquestal no podré verlos, hoy vienen mis padres y mi hermana Elsa a la representación. Hace tiempo que no los veo y estoy deseando que llegue el momento de recogerlos en la estación de ferrocarril. La última vez que estuvimos reunidos fue hace tres meses, con motivo del triste fallecimiento de nuestra querídisima abuela Elisabeth. Seguramente hoy recordaremos la ilusión que ella tenía puesta en la tarde del Viernes Santo, día en el que Elsa y yo nos desplazábamos a su casa en tranvía y allí escuchábamos el tercer acto de Parsifal, saboreando su delicioso helado de nueces. Se sentaba entre nosotros en el sofá y abría la partitura de la ópera de Wagner para señalarnos con detalle todas las entradas de los instrumentos, al tiempo que cantaba con una excelente entonación todas las voces. La abuela ponía tanta emoción en ese instante que, al finalizar el último vinilo, los tres quedábamos ensimismados y en silencio durante minutos, con los ojos llorosos y a punto de vertir en la alfombra la derretida crema de nueces.

Desde que soy músico, cuando toco la música del Encantamiento del Viernes Santo, no puedo evitar esas lágrimas en la oscuridad del foso orquestal. El sonido en pianissimo de mi trompa envuelve con tanta belleza a las melodías del oboe y del tenor, que me convierto en el verdadero protagonista de este fragmento musical. Es un momento donde, de algún modo, siento que puedo guiar el dedo de mi abuela por el dibujo que trazan las notas de la partitura.

Esta tarde, al terminar la representación y cuando los demás músicos hayan abandonado el foso, me quedaré sentado en mi atril, una vez más inmovilizado por la profundidad del mensaje de Wagner.

 

Nota: Este post va dedicado a todas las personas de la Región de Murcia que, desde las butacas de cada auditorio, desde el podium de la dirección musical, desde los atriles, desde el backstage y desde la oficina, forman parte de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia.

 

Temas

por Carlos Escobar

Sobre el autor


junio 2014
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30