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Carlos Escobar

Música inesperada

La custodia atómica

El día a día en una orquesta se inicia mucho antes de la llegada de los músicos. Al comenzar la jornada, un grupo invisible de colaboradores vela para que todo esté a punto y la actividad discurra de forma coordinada.

Una de las personas con misiones importantes dentro de una orquesta profesional es el inspector. En la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ösrm), este cargo no recae como es ahbitual sobre uno de los músicos, sino en un experto en tareas de producción.

Ángel Fernández es el enlace entre los músicos de nuestra orquesta y el equipo técnico-administrativo, un auténtico canalizador bidireccional de las inquietudes que surgen dentro del grupo. Cada mañana, Ángel comprueba que la sala de ensayos y los camerinos estén en perfectas condiciones de equipamiento, luz y clima. Cuando llega la orquesta, pasa lista, informa a la directora titular sobre las incidencias y, exactamente a las diez en punto, manda afinar al concertino: “Es el momento de más rigor y la hora oficial de la ösrm. Para ello instalé un reloj digital en la sala de ensayos que regularmente sincronizo con el reloj atómico de Alemania. Soy muy escrupuloso con el horario, porque toda buena orquesta debe tener una intachable puntualidad”.

Mientras la orquesta ensaya, el inspector confecciona el calendario de los próximos meses, las futuras plantillas, los planes de ensayo, las fichas técnicas y las comunicaciones con los conservatorios, solistas, maestros invitados y jefes técnicos de todos los espacios escénicos que visitar la ösrm.

En los días de concierto la actividad es más frenética y hay que montar todo muy temprano. Ángel nos explica como “la disposición de la orquesta varía de un concierto a otro. En una ocasión, un acompañante de una solista determinó con sus varillas de zahorí donde había que posicionar el piano según los canales de energía que él mismo interpretaba”.

El asunto del vestuario antes del concierto es un capítulo aparte: “Normalmente, por la tarde reparto las chaquetas de frac o de levita y no es la primera vez que alguien de la plantilla orgánica ha olvidado alguna pieza del vestuario oficial de la orquesta. Siempre tengo pajaritas, fajines, pantalones o calcetines negros para los más olvidadizos. También inspecciono el elegante vestuario de las señoras, ya que sus vestidos no deben mostrar más allá de los tobillos”.  

Ángel es un auténtico maestro de ceremonias en la recepción de solistas y directores, a los que atiende en sus peticiones y acompaña al escenario: “Cada uno tiene sus manías en cuanto a dirigir con o sin atril, usar una batuta partida y mal pegada con celo, entrar con el pie derecho, tocar la madera de la concha o adoptar una actitud autista y no hablar con nadie”.

Entre las anécdotas más curiosas, Ángel nos recuerda la de “un solista que tras lavarse las manos, no quería que nada ni nadie las tocase. A punto de salir a actuar, el concertino le saludó y volvió malhumorado al camerino por tener que volverse a lavar. Otro solista vino con un Stradivarius de un valor incalculable, por lo que exigió la instalación de un sistema de control de temperatura y humedad en el camerino. Luego, vimos como, en uno de los bares cercanos al auditorio, dejaba el instrumento con su funda expuesto al sol”.

La coordinación del inspector de la orquesta con lo que ocurre en el escenario tiene su explicación: “En un lado de la cocha acústica tenemos la mesa del regidor. Un monitor de televisión nos permite visualizar lo que ocurre en el interior y así controlamos la apertura de las puertas de la concha acústica, incluso cuando un músico tiene que salir del escenario si, por ejemplo, ha olvidado sus gafas de lectura”.

Entre otras responsabilidades del inspector de la ösrm, figuran la supervisión de la recogida y colocación del material en la sala de ensayo, la coordinación de los desplazamientos en el autobús y la planificación de las exigentes giras de la orquesta. El de elogiar cómo Ángel consigue que, músicos, directores y solistas invitados se sientan como en casa, merced a una atención correcta y personalizada: “Siempre me encantó estar entre bambalinas. Es una posición privilegiada para vivir las sensaciones que produce la música en el público desde el mismo plano que la orquesta. Ante una necesidad o solicitud, en producción no existe la palabra no. Hay que intentar satisfacer o cumplir los deseos de los músicos”.  

Según este inspector atómico: “Sin producción no habría orquesta, y sin orquesta nada de lo demás”.

Tras la cara más artística y visible de la ösrm, está la labor de una gran familia, a la que dedico este post.

(Fotografía original: Carlos Melo).

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por Carlos Escobar

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