Hay profesionales con rigor y profesionales con rígor mortis. Los hay también que adolecen de lo primero y para colmo andan sobrados de lo segundo. En la política hay muchos ejemplos de dirigentes indolentes que sortean el presente vendiendo humo y creando expectativas de futuro. Por el contrario, escasean los líderes con ímpetu reformista dispuestos a aceptar el escrutinio de los fríos datos a la hora de rendir cuentas. En mayor o menor proporción, lo mismo sucede con el resto de profesionales de la vida pública. Por eso la elección de un líder en cualquier colectivo siempre es un trámite delicado. No basta con el hambre de balón. Hay que inspirar confianza a quienes se representa y estar dispuesto a ser auditado. Los empresarios de la Región están en ese trance. Han activado la maquinaria para elegir al sucesor de Miguel del Toro, que deja la Croem después de diez años, ante la imposibilidad de compaginar el timón de la patronal y la dedicación a su empresa. La búsqueda de un perfil de consenso no es fácil porque son momentos difíciles, muy poco apetecibles, y además entran en juego los equilibrios de poder de las federaciones sectoriales presentes en Croem. Si ese último fuese finalmente el criterio decisivo, los empresarios se quedarán a mitad de camino. Las mejoras en la gestión, finanzas y toma de decisiones colectivas son temas internos relevantes, pero lo mollar es el papel público que desempeñará la patronal en el futuro. Para la sociedad murciana es vital disponer de una organización empresarial que muestre independencia de intereses sectoriales y presiones políticas, capacidad de diálogo para alcanzar acuerdos con sindicatos y administración y liderazgo para fomentar el emprendedurismo y la innovación. A mi juicio, la Croem no debe abandonar la línea de exigencia reinvindicativa emprendida en los últimos años. La sociedad civil murciana necesita contrapesos frente a un poder político tentacular, que debe verse impelido a gestionar con eficacia los recursos públicos. Esa responsabilidad no puede limitarse al ámbito de las declaraciones públicas. Hay que hacer más y sin letargos. ¿Dónde están, por ejemplo, las alegaciones de la Croem al Plan del Tajo? Además de protestar, ¿no debería presionar en Madrid para acelerar las infraestructuras que impulsen la competitividad de la economía regional, como hicieron en su día los empresarios valencianos? Con más aciertos que errores, la Croem siempre jugó un papel crucial y lo seguirá desempeñando si los empresarios y el resto de la sociedad perciben su utilidad. Haya o no relevo generacional en su cúspide, su futuro pasa en buena medida por la puesta al día de su proyección pública y de su capacidad para atraer a la nueva hornada de jóvenes emprendedores murcianos que están bien formados y se abren paso en medio mundo. Con la Croem se inicia un amplio relevo institucional en la Región. Será positivo para todos si los empresarios lo acometen con rigor y profundidad.