A falta de meses para las autonómicas y generales, Rajoy lo fía todo a que cale el mensaje de la recuperación. En los estertores de la legislatura, al líder al que se atribuían poderes sobrenaturales para manejar los tiempos le queda poco margen para hacer política, lo que hace barruntar luctuosos acontecimientos para el PP en las urnas. Con la prima de riesgo en torno a los 100 puntos, una tendencia sostenida de creación de empleo y perspectivas de crecimiento del PIB del 3%, es lógico que Rajoy reciba toda clase de parabienes en la UE. Negarle ese activo sería faltar a la verdad. Pero una cosa es la macroeconomía y otra su percepción en los hogares, donde escuecen las lacerantes cifras de paro, el empleo temporal y precario, y un poder adquisitivo diezmado por los recortes salariales. Que el Tesoro emita letras a 6 meses a interés negativo es un éxito sintomático, pero tan ajeno al día a día que no ha nacido aún el experto en comunicación política capaz de rentabilizarlo y revertir un estado de ánimo social que hoy apunta, torrencialmente, a la renovación de líderes y políticas. Menos aún cuando, con un roto descomunal por el asunto Bárcenas, se tiene el arrojo de presentar como cabezas de lista municipales a investigados por presuntos delitos de corrupción. No me extraña la inquietud de los barones. Al caso de Murcia hay que sumar una transición del liderazgo que fue delirante de principio a fin, siendo el principal perjudicado el propio candidato, Pedro Antonio Sánchez, que en dos meses debe darse a conocer, desprenderse de etiquetas e intentar encarnar la renovación. De ahí que el arranque de su precampaña sea un no parar. Omnipresente en actos políticos, de gobierno y festeros, exhibe un don de la ubicuidad ideológica propio de quien debe atrapar votos hasta del aire. Antológica, por chocante, fue su frase «no hay que tenerle miedo a la democracia real», al más puro estilo 15M, en la presentación del libro blanco del PP. Quizá sea la ansiedad, porque el tiempo corre en su contra, la causa de que Sánchez prometiera referéndums sobre asuntos relevantes, cuando el Constitucional dejó claro hace poco a Artur Mas que la convocatoria de consultas populares por vía de referéndum es competencia exclusiva del Estado. Ahora que cogerá ritmo la precampaña se sucederán las promesas al filo de lo imposible. González Tovar, el candidato socialista, ya ha asegurado que, si gobierna, dedicará 439 millones, el 10% del presupuesto regional, a diez planes de ejecución inmediata, lo cual a priori es harto difícil porque ahí sigue el artículo 135 de la Constitución, con la consiguiente obligación de cumplir el déficit. Aupados en la cresta de la ola, a los candidatos de los partidos emergentes les basta por ahora con el silencio para no pifiarla, aunque no descarto que ya metidos en campaña algún presidenciable anuncie que irá a los tribunales para reclamar la deuda histórica por nuestra infrafinanciación autonómica. Eso sí, sin advertir a los votantes de que el Supremo le acaba de dar un portazo a la Comunidad de Madrid.