En solo una generación hemos pasado de trenzar cuerdas para hacer esparteñas en la huerta a copiar y pegar fragmentos de ADN para diseñar terapias más eficaces en los laboratorios de la Arrixaca o analizar marcadores genéticos para elegir las variedades de uva más óptimas en el Imida. Si ese salto no se hubiera producido, hoy no tendríamos una sanidad pública con un alto nivel de calidad asistencial, ni un sector agroalimentario preparado para competir en los mercados más exigentes. La ciencia es un camino donde el éxito no siempre está asegurado, pero es muy probable que la investigación básica y aplicada que se haga hoy proporcione con el tiempo esa solución que no ha logrado traer la política para la escasez de agua que históricamente padece la cuenca. Lo sorprendente de una sociedad tan dependiente de la ciencia y la tecnología es que, como decía el astrónomo y divulgador Carl Sagan, «nadie sabe nada acerca de ellas». Para estimular el interés y el conocimiento ciudadano, la XV Semana de la Ciencia y la Tecnología organiza estos días cuatrocientas actividades en Murcia y Cartagena con la implicación de casi medio centenar de instituciones. Es una cita puntual, pero constituye una buena oportunidad para tomar contacto con el trabajo de nuestros investigadores.
A la ciencia, pese a lo deslumbrante de sus logros, le ha fallado históricamente su relato público, la ausencia de una narrativa para hacerse valer y crear una conciencia pública que reivindique una apuesta mayor por el I+D+i. Pero sobre todo le ha faltado el apoyo convencido de unos gobernantes que hicieron suyo, descontextualizadamente, aquel ¡que inventen ellos! pronunciado por Unanumo. El desconocimiento social y el desinterés institucional facilitan la escasa resistencia social cuando la tijera se ha metido de forma expeditiva en los fondos para investigación en los momentos de crisis económica.
Los últimos años han sido devastadores. España ha perdido más de 11.000 científicos, casi uno de cada doce de los que investigaban en 2010. Hemos sido expulsados de consorcios internacionales de química, geología y estudios oceánicos por no pagar cuotas. Las ayudas para contratar doctores se han reducido a una cuarta parte y la edad media de la plantilla fija de investigadores del CSIC, al que pertenece nuestro Cebas, está ya en los 52 años. La consecuencia inmediata ha sido una fuga de ‘cerebros’ a otros países donde la apuesta financiera por la ciencia y la tecnología se preserva porque se considera clave para su competitividad. Otra vez nos hemos vuelto a descolgar de Europa. Estamos a tiempo de evitar el desastre si la incipiente recuperación se aprovecha para fijar un escenario presupuestario estable que nos acerque hacia ese 3% del PIB para I+D+i que recomienda la UE. Una parte importante del gasto debería ir a acabar con la precariedad en los laboratorios. La financiación de proyectos debe guiarse por el principio de la competencia en base a criterios de excelencia, pero los jóvenes investigadores necesitan proyectar sus vidas, en lo profesional y en lo personal, sin un estado de permanente precariedad. La desaparición de períodos sin derechos laborales ni remuneración durante la carrera investigadora y la eliminación de los límites de la tasa de reposición del empleo público en el sector I+D+i son asuntos que el próximo Gobierno de España debería atender.
No todo es cuestión de dinero. No hay ciencia de vanguardia sin excelencia en su gestión. En plena crisis, la Comunidad apostó acertadamente por la creación del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB), un centro que produce ciencia puntera. Resulta preocupante que su subdirector, fichado hace dos años, regrese al Instituto de Neurociencias de Alicante por las trabas de gestión que halló aquí. El mes próximo, cuarenta investigadores del IMIB pueden ir a la calle por la imposibilidad de renovar sus contratos debido a impedimentos legales de índole laboral. En el Imida también se espera una salida inminente de científicos. El PP promete soluciones. Que así sea. No es un tema menor. Ni para estos investigadores ni para el interés general.