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De números y políticas

Es una buena noticia que no haya prórroga presupuestaria y las cuentas públicas se debatan en la Asamblea. Pedro A. Sánchez ha actuado con habilidad, aunque tiene pendiente ahormar un discurso político para sus presupuestos

Si Cervantes hubiera sido tan buen contable como escritor, o lo hubieran sido los contadores mayores de Hacienda que supervisaban su trabajo como recaudador de impuestos, el autor de El Quijote no habría dado con sus huesos en esa celda donde escribió su magistral novela. Entonces como ahora, la primera regla de unas cuentas públicas debe ser la solvencia contable. Solo así se logra el equilibrio de gastos e ingresos que permite desplegar una acción de gobierno manteniendo a raya las sombras del déficit y del endeudamiento. Es mucho más que una colección de números bien ajustados. Para un Gobierno elegido en las urnas, los presupuestos tienen un componente de aritmética política porque también deben ser la expresión de sus valores, prioridades y aspiraciones. Una de las frases menos afortunadas que se recuerdan del presidente George Bush fue aquella con la que defendió un año sus cuentas: «Es un gran presupuesto. Hay un montón de números ahí». En las antípodas de ese disparate está la brillante intervención del profesor Fuentes Quintana, quien solo tres días después de ser nombrado vicepresidente económico por Suárez, en plena escalada de inflación y déficit exterior, se dirigió a los españoles en TVE para decirles que las cosas «no iban bien» y lanzar un mensaje que luego se plasmó en los Pactos de la Moncloa: «Las soluciones a los problemas económicos nunca son económicas sino políticas».

Es una buena noticia que finalmente no vaya a haber prórroga de las cuentas públicas en la Región de Murcia. Un gobierno sin su propia hoja de ruta presupuestaria es un Ejecutivo sin margen de maniobra política y abocado a una gestión económica caótica, para desesperación de muchas instituciones y colectivos que dependen de la Administración regional. La oposición habría perdido la oportunidad de incidir en el Presupuesto con enmiendas parciales y se habría hurtado la posibilidad de que los ciudadanos sepamos en qué y por qué se gastará el Gobierno el dinero público en 2016. De partida es una garantía que lleve la firma de Andrés Carrillo, el consejero de Hacienda a quien desde hace años se le reconocen los mayores conocimientos presupuestarios en las filas del PP. Inspira cierta confianza el hecho de que, a diferencia de otros consejeros de los últimos seis años, Carrillo haya sido conservador en su previsión de ingresos. Pedro Antonio Sánchez ha actuado con habilidad política. Sabedor de que lo va a tener difícil en la tramitación parlamentaria, ha presentado con todo detalle las partidas y sus múltiples beneficiarios, traspasando así toda la presión a la oposición. Es mucha más compleja la contestación a un presupuesto atomizado para llegar al mayor número de colectivos, sectores y familias, si además tiene un giro social, incrementa el empleo público y recupera algunos derechos perdidos por los funcionarios. Si a eso se le suma la ausencia de proyectos estrella, esos que luego acaban estrellándose, y una apuesta municipalista, con inversiones para todos los ayuntamientos, el escenario es propicio para el presidente, que ha aplicado el riego por goteo a toda la sociedad civil en vísperas de las elecciones generales. Solo en el debate parlamentario saldrán todas las luces y todas las sombras, que las hay (dedicar solo el 0,5% del Presupuesto a investigación científica suena a chiste en el contexto europeo).

En las cuentas del presidente, más expansivas que las de los últimos años, aunque tampoco para tirar cohetes porque pesan la deuda y el déficit, se aprecian buenas intenciones políticas, con un giro social que viene a restañar recientes heridas, una mayor apuesta por el turismo y un plan de financiación que da un horizonte de estabilidad a las universidades públicas. Pero no acabo de ver reflejado en esas cuentas el embrión de un nuevo modelo de Región. No sé qué sueños persigue este gobierno, más allá de la reparación de los estragos sociales de la crisis y una vuelta a la ‘normalidad’ aprovechando la incipiente recuperación económica. Todo el esfuerzo argumental se centró en lograr su tramitación en la Asamblea. Sánchez aún tiene pendiente ahormar el discurso político de sus presupuestos. Sí, hay un montón de números ahí, pero qué más.

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