Era nochevieja, nochetóxica o nochebronca, como quieran. Eran amigas, eran enemigas, eran cavernícolas de brilli brilli y tacón de aguja. Salían de un garito de fiesta a empujones y a golpe de insultos y amenazas.
Tres contra una.
Una escena de hembras embravecidas que habían decidido zanjar sus desavenencias a palos. -“Mira tú zorrona, no le vaciles a mi novio. Ni mirarlo ¿Meentieendees?”
Embutidas en sus vestidos de raso y terciopelo, la acorralaron en el callejón. La supuesta ultrajada agarró a su rival de los pelos y, mientras las demás la sujetaban, levantó su rodilla con impulso para destrozarle la nariz. Aturdida, la chica cayó al suelo, al tiempo que la energúmena, mientras sus compinches le jaleaban, se arrodilló para volver a agarrarla por la melena y empezar a estamparle la frente contra el bordillo de la acera, siguiendo su propio compás.
El portero de la sala de fiestas, al oír gritos, se acercó al callejón donde, al verle llegar, la jauría abandono a su presa. Las mujeres se alejaron sin prisa para volver a la discoteca y seguir con su fiesta de alcohol y polvo blanco.
El segurata subió a la chica malherida en su propio vehículo para llevarle a urgencias. Un chaval desgarbado, que había estado observando a lo lejos la escena, le preguntó:
“- Puedo acompañaros, soy su novio.
– Pues claro campeón, pero tenéis que ir a poner denuncia después de que la vea el médico.
– Nooo, gritó con odio la chica que salivaba sangre. A esa ya la pillaré yo a solas y juro, por mis muertos, que la voy a reventar”.
Murcia fin de año 2019.