CONTEXTO
Con harta frecuencia se nos presentan logros descontextualizados en tiempo y espacio, de forma que no apreciamos ni la génesis, ni la importancia de la aportación, ni siquiera el avance que han supuesto. Suele quedar, nada más, el hecho y, con suerte, la persona que lo propició. Así, la aportación de Einstein a la Ciencia, que resultó ser de una profundidad extraordinaria, se descontextualiza del ámbito en el que se desenvolvía la Ciencia de la segunda mitad del siglo XIX, desde que Riemann dio lectura a su lección para incorporarse como profesor en la Universidad de Gotinga, bajo la atenta mirada de Gauss. Abordó las geometrías no euclídeas, que posteriormente valieron para que Einstein adoptara este avance para impulsar su Teoría de la Relatividad, primero especial, en 1905 y, posteriormente, general, en 1915, pero en el ambiente gestado, al haberse ido acumulando problemas que no tenían interpretación en la Física Clásica formulada por Newton, doscientos años antes e incapaz de dar una explicación cabal a los experimentos acumulados a final del siglo XIX, relacionados con la radiación y la temperatura a la que se producía. Planck propuso, inteligentemente, una solución para describir el comportamiento de la radiación con la temperatura, que soslayara problemas fenomenales, como la que dio en denominarse catástrofe ultravioleta, que predecía un crecimiento sin límite de la energía de la radiación con la temperatura, lo que suponía la potencial desaparición del mundo conocido. La genial idea de Planck, consintió en avanzar, sin ser muy partidario de ello, la necesidad de que la energía de los cuerpos está cuantizada. Ha sido una de las ideas más fértiles que la Ciencia ha sido capaz de introducir. Es fenomenal el grado de convicción científica que hay que tener para aceptar una idea contraintuitiva, es decir, que aparentemente contradice todo cuanto se sabía o se creía saber. Planck fue un creyente, porque él mismo dudaba de la veracidad de su propuesta, pese a que no encontraba otra forma de conciliar los datos con una explicación razonable que los justificara. Einstein, no creyó y se mantuvo intelectualmente en contra de la cuantización, hasta el final de sus días. Pero el contexto en el que se desenvolvió fue ese. No se dio que, un buen día se levantara inspirado e iluminado y construyera la Teoría de la Relatividad. Fue un proceso de maduración científico en el que intervinieron muchos, en el que se aportaron muchas ideas y que, poco a poco, con la parsimonia propia de la Ciencia, fue gestando la mayor revolución científica conocida. Todo comenzó a mediados del siglo XIX.
Algo parecido ocurrió con Leonardo da Vinci. Leonardo fue inventor, ingeniero, humanista, arquitecto, anatomista, pintor, escultor y un largo etcétera. Una de sus aplicaciones más referidas es la máquina voladora. Se suelen relatar sus intentos de volar, no exentos de vis cómica, por cierto, Pero nada se dice sobre las razones que le impulsaban a ello. Se presenta como si fuera un especial empeño sin conocer cómo emerge tal cosa. De nuevo el contexto se omite y se advierte una especie de rareza genial que, en el mejor de los casos, derivaría de la contemplación del vuelo de las aves que le empujaban a intentarlo. No se trata de perder el componente romántico de tal aventura, pero sí de poder entender más razonablemente de qué se trata. En 1469 Leonardo se traslada de su ciudad natal, Vinci, a Florencia y frecuenta el taller de Verrochio, donde se pintaba, se esculpía y se componían aparatos y artilugios para representaciones y espectáculos públicos, bien religiosos o profanos, con los que se culminaban las celebraciones. Hay constancia, de que, en 1439, Abraham, obispo de Rusia, describió que en la representación de la Ascensión, en un momento dado, “el cielo se abría y se veía al padre celestial suspendido en el aire, mientras que quien representaba a Jesús, parecía ascender por el mismo a una gran altura”. Asistió, también a la representación de la Anunciación y observó que “un ángel al ascender, lanzaba voces de júbilo, agitaba las manos y movía las alas como si volase realmente”. Ángeles, aparatos para simular ascensos verticales y vuelos, movidos por cuerdas y máquinas. Es este el ambiente que vive el joven Leonardo, de donde, más que probablemente, surgió la idea de construir una máquina voladora que imitara a los pájaros. ¡Cuán importante es el contexto para entender muchas cosas! ¡definitivo!