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Pachi Larrosa

El Almirez

El tirón de la gastronomía urbana

El turismo de sol y playa se estanca mientras crece el de interior y las ciudades, impulsado por la gastronomía como anzuelo

DOCU_GRUPOEl último informe de la Alianza para la Excelencia Turística, Exceltur, hecho público el pasado mes de julio, revela la convivencia de dos tendencias contrapuestas en la evolución del turismo en sendos escenarios muy concretos: un importante crecimiento de turistas extranjeros en los meses de marzo a mayo en destinos de interior y ciudades, frente a un notable descenso en la afluencia de turistas a los destinos de sol y playa de la costa mediterránea.
En lo que se refiere a la Región de Murcia, las pernoctaciones, en el primer cuatrimestre de 2019, descendieron un 1,5%, lastradas por el comportamiento del turismo extranjero, si bien aumentaron los días de visita de los nacionales en un 2,1%. Y en cuanto al gasto, la percepción de los empresarios es negativa. Según la Federación Regional de Hostelería y Turismo (Hostemur), pese al lleno de bares, restaurantes y terrazas en las costas de la Región, la facturación de los negocios no refleja esa bonanza, ante la contención de gasto que practica el turista nacional. Soledad Díaz, presidenta de los empresarios hoteleros, dio la clave no hace mucho en este periódico:  «No se trata de tener ocupación elevada si al final de mes no se pueden cubrir los gastos». Para Díaz se trata de «apostar por la calidad y, por tanto, poner el destino en valor y evitar que los turistas nos elijan por ser un destino barato».
Es decir, el turismo masivo de sol y playa, con un importante bagaje de visitantes nacionales de segunda residencia que no consumen en bares y restaurantes, sino en supermercados, ha dejado de funcionar como funcionaba. Como señala el informe mencionado de Exceltur, la caída de la demanda ‘low cost’  está generando dos tipos de turismo bien diferenciados: el urbano, fundamentado en una oferta de calidad, y el de sol y playa,  enmarañado en  guerras de precios y en consecuencia, en la baja rentabilidad.
En este escenario, la gastronomía, el turismo gastronómico, adquiere aún más relevancia si cabe. Porque el turista gastronómico busca otras experiencias que en general, encontrará con facilidad en las ciudades: cultura, historia, patrimonio, tradiciones, servicios… narrativa. Busca que le cuenten una historia y vivirla. Su plan de viaje suele establecerse a partir de la oferta gastronómica, que suele ser urbana o periurbana, en todo caso, de interior, y a partir de esta premisa busca experiencias globales y momentos únicos. Su gasto está un 20% por encima del gasto del turista medio,  busca desmasificación, y por tanto, tranquilidad, atención personalizada, y huye de agobios, colas y prisas. Se trata de un turismo que favorece la desestacionalización, algo que necesitamos en esta región, tan volcada en el visitante de verano. Por eso el turismo gastronómico está contribuyendo de forma relevante al incremento del turismo urbano y de interior y logrando así compensar, a nivel global, los malos datos del turismo masivo tradicional.
Algunos apuntes dan idea de la relevancia del turismo gastronómico: según la Organización Mundial de Turismo (OMT), más de un tercio del gasto de un turista se dedica a alimentación; más de 8 millones de turistas llegaron a España en 2018 para disfrutar de experiencias culinarias; del total del gasto realizado por los turistas internacionales en nuestro país en 2017 (80.664 millones de euros), el 15,5% se destinó a la gastronomía (12.509 millones de euros), según un reciente informe de la mutinacional de asesoría  KPMG.
Hace pocos días, este periódico publicaba un artículo titulado ‘El «nefasto» agosto hostelero, fechado en Cartagena. En él, el presidente de los hosteleros, Juan José López, hablaba de pérdidas del 10% «por culpa de la bajada del consumo, la baja promoción que se hace de la ciudad y la nula programación de actividades de ocio en el centro». Es lógico que más del 60% de los establecimientos de Murcia estén cerrados en verano y la ciudad casi desierta (quien aguanta la canícula murciana es porque no tiene otra). Pero no es el caso de Cartagena, donde la climatología no seria impedimento para dotar a la ciudad de contenidos de ocio (de historia y patrimonio, los tiene y de sobra), así como de áreas o zonas gastronómicamente relevantes como polos de atracción. En Murcia, ya lo he dicho en alguna otra ocasión: la apuesta por las administraciones regional y local por lograr  la capitalidad gastronómica.
Pero esa es otra historia. Como lo es esta otra: ¿Se ha hecho lo suficiente por promocionar nacional e internacionalmente el aeropuerto de Corvera?

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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