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Pachi Larrosa

El Almirez

Cocinar o no cocinar

La Revolución Industrial primero, y la digital, después, han cambiado radicalmente nuestra manera de elaborar los alimentos

El escritor Michael Pollan, en su libro ‘Cocinar, señala que “el tiempo que se emplea en cocinar en los hogares estadounidenses se ha reducido a la mitad desde los años sesenta, limitándose a la escueta cifra de unos veintisiete minutos al día”. De hecho es el país del mundo donde menos tiempo se dedica a esa tarea. Y ojo, que hay que delimitar el campo semántico del verbo ‘cocinar’, porque en muchos casos eso supone abrir un plato preparado -procesado industrialmente- ‘tunearlo’ levemente y calentarlo en el microondas.

Como era de esperar, estos datos contrastan con las estadísticas referidas a España. En nuestro país, el tiempo dedicado a cocinar en los hogares es de 1 hora y 23 minutos al día, es decir tres veces más. Pero no por ello debemos lanzar las campanas al vuelo. Según GKK, , empresa europea  de análisis de mercado, solo el 27% de los españoles siente pasión por cocinar y que lo hace por placer. Es decir, el resto de quienes cocinan lo hacen porque no tienen más remedio. Naturalmente siguen siendo las mujeres las que más cocinan, por delante de los hombres y, curiosamente, también el grupo donde mayor porcentaje lo hace por placer, un 33% frente a un 21% de hombres.  Si. Todos lo sabíamos: cocinamos más que los estadounidenses. El problema es que si lo comparamos históricamente, cada vez cocinamos menos a uno y otro lado del Atlántico. Las razones de este descenso son muy claras y, de alguna manera, también importadas de USA, junto con su comida, su cultura y su forma de alimentarse. Lo que allí pasó a finales del XIX, con el auge de la industria alimentaria, empezó a ocurrir en Europa y, más específicamente en España, desde los 60-70 del s XX. Y lo que ocurrió es que la Revolución Industrial cambió la sociedad, el rol profesional y laboral de la mujer, el ritmo de vida y, para cerrar el círculo, los hábitos alimentarios. Es decir, planteó el problema -menos tiempo dedicado al hogar, incorporación de la mujer al mundo del trabajo- y ‘su’ solución: los platos ultraprocesados, la comida industrial: fácil de preparar, rápida y barata… y penosa para la salud. Hoy, El 64% de los productos que más compran los españoles en los súper son   ultraprocesados y, por tanto, potencialmente nocivos para la salud. La industria alimentaria y sus lobbys convencieron a los americanos que desayunaran cada día Kellog’s, las azucareras nos indujeron a demonizar las grasas animales para esconder el verdadero enemigo de nuestra salud, el azúcar; apareció la comida rápida y ‘basura’ y los supermercados, y fueron desapareciendo los pequeños productores, las tiendas de barrio, los mercados y mercadillos. Por eso siempre he dicho que la profusión de mercados y mercadillos en la Región de Murcia es un auténtico privilegio que tenemos que proteger. Haría bien la administración pertinente en cuidar y ayudar a esa red de venta directa del campo al consumidor que cada día de la semana en una ubicación distinta ofrece productos fresquísimos a los consumidores. Cocinamos menos que antes, eso es obvio. Sin embargo, somos capaces de dedicar mucho más tiempo a ver un capítulo de MasterChef ; es decir, que se da la absurda circunstancia de que hay muchas personas que se pasan más tiempo viendo como se cocina que cocinando.

La Revolución Industrial trajo radicales cambios en nuestros hábitos alimentarios,  que, a su vez, están provocando una pérdida permanente de ‘ciencia culinaria’, de habilidades y competencia en los fogones. El estudio de GFK también señala que solo un 20% de los entrevistados en España se siente conocedor en materia culinaria. Pero es que la siguiente revolución, la digital, ha rematado la faena. Porque está desapareciendo la transmisión de los conocimientos culinarios tradicionales entre generaciones. Si las tatarabuelas fueron el cauce de esa transmisión hacia la siguiente generación  -las abuelas-, éstas están dejando de serlo a su vez, porque internet es ya la primera fuente de consulta de recetas, técnicas y trucos. Nada menos que un 90% de los ciudadanos acuden a internet para consultar una receta. Pero aquí hay un problema: el conocimiento culinario  transmitido por la generación anterior no solo se basa en un listado de ingredientes y unas instrucciones de elaboración; se fundamenta, sobre todo, en experiencias, en ese plato que un niño ha visto cocinar a su madre y que ha comido mil veces, y por tanto, se basa en la memoria gustativa. Y eso una pantalla de ordenador no lo transmite. En palabras de Rigoberta Bandini: están desapareciendo las madres “que siempre tienen caldo -natural, no de brick- en la nevera”.

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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