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Pachi Larrosa

El Almirez

Dieta medite…¿qué?

Los murcianos estamos convencidos de que comemos muy sano, aunque los estudios más rigurosos dicen lo contrario

VVICENS-201MARINERAS

Ya saben aquello de que es muy diferente cómo nos vemos de cómo nos ven los demás y de cómo nos gustaría que nos vieran. Dicen los expertos que la autoimagen es el reflejo de nuestro estado interior.
Pues en lo que se refiere a temas de  alimentación y salud, parece que los murcianos tenemos una magnífica opinión de nosotros mismos, de nuestra forma de vida, una opinión que choca radicalmente con la realidad de los datos objetivos. Hace algún tiempo  una encuesta realizada telefónicamente entre personas de más de 45 años señaló que murcianos, navarros y vascos son los españoles que creen llevar una vida más saludable que el resto. Chulos que somos, oye. Es más, la mitad de los encuestados aseguraba realizar ejercicio diario. Esto es como lo de la tele: todos vemos documentales de La 2 y nadie el ‘Sálvame delux’, pero luego, todo quisque se sabe de memoria las andanzas de Belén Esteban, santa patrona de los polígonos. A ver, señores, que hacer ejercicio no es ir a por el pan andando, ni hacer ejercicio, bajar la basura.
A otra de las preguntas contestamos en un 84,5% que comemos de forma sana. Un porcentaje que no se compadece con todos los estudios –estos sí, serios– que se vienen publicando desde hace años y que hablan de los altos índices de obesidad infantil y adulta entre la población murciana y de la elevada incidencia de afecciones cardiacas y de otras patologías. Quizá haya que aclarar que la dieta mediterránea no es trajinarse unos calamares fritos y atizarse un caldero de quintos en un chiringuito a la orilla del Mare Nostrum, ni darle caña a una ‘relaxing marinera at the Flowers square’, parafraseando a la eximia exalcaldesa de Madrid. No. Según la encuesta, para un 83% de los murcianos mayores de 45 años, tomar alimentos saludables es la principal medida que han adoptado para frenar los efectos del envejecimiento. Dos conclusiones habría que sacar de este estudio: que mentimos más que un político en campaña electoral, y que si la autoestima y una imagen positiva de nosotros mismos es una saludable combinación, los murcianos estamos, efectivamente, muy sanos.
¿Cómo es posible, si vivimos en el paraíso de las verduras? Pues porque se las vendemos a los demás. En realidad  habitamos  en un territorio con un magnífico clima, que nos invita a vivir en la calle y nos encanta hacerlo. Y ¿qué hace un español en la calle? Ir a los bares y tirarse a las tapitas de las barras como un poseso. La reputada nutricionista murciana Marta Garaulet dice que los murcianos lo hacemos muy bien con nuestra alimentación diaria… hasta que llegamos a la cena y sacamos el cajón de los embutidos. Yo diría que empezamos a fastidiarla antes: con esas punticas y esas cazuelitas a media mañana.
Pero hay que tener  los conceptos claros: uno se puede comer una hamburguesa y se habrá tomado las mismas calorías que una comida que contenga un plato de sopa, un pescado al horno con guarnición, fruta y un café con leche. Y ahora pregunto: ¿qué es mejor para el organismo, la hamburguesa o la comida? Pues eso. Entre otras cosas, con la hamburguesa no nos habremos saciado y tomaremos otras cosas: unas patatas, un refresco… y ya nos estamos yendo de calorías. Se trata por lo tanto de consumir más cantidad de productos que tengan menos calorías
Más ejemplos: ¿qué es más sano: una manzana, o cinco caramelos? Porque ambas cosas aportan las mismas calorías. Como también aportan las mismas calorías media bolsa de patatas chips que cinco piezas de fruta. O un perrito caliente que una buena rodaja de salmón al horno. O una ración de tarta de manzana que un kilo de fruta, nada menos.
Y otra cosa: en nuestra evolucionada sociedad, la sociedad de la opulencia, existe una falsa creencia extendida entre ciertas capas de la población de que los niños rollizos están más sanos. Posiblemente tenga algo que ver con el hambre que una determinada generación pasó en este país durante la Guerra Civil, no lo sé. El caso es que no es tan raro escuchar la arrobada exclamación de una madre ante un morconcillo pasado de kilos: «¡Pero qué bien me come mi niño!» ¡Señora, que es un  niño, no un pato al que le vayamos a sacar el hígado para comérnoslo a la plancha!
Y es que todavía nos quedaran en nuestros genes rastros de nuestro pasado de cromagnones cazadores, que a la que pillaban una pieza de carne se atiborraban de proteínas, ante lo incierto de la próxima ingesta.  Pero, señores, vivimos en el siglo XXI. Lo más que llegaremos a cazar será una gripe. Los niños, en su peso ideal respecto de su talla y edad. Y ante la duda sobre lo que esto signifique, consulta al pediatra. Y los adultos, pues un sabio equilibro entre la vida sana y los necesarios mementos de placer.
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Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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