Ayer leí en La verdad un interesante artículo titulado: “Competitividad y emprendimiento”. El autor es José Ramón Díez Guijarro, profesor del IE y Director de Estudios de Bankia.
Casualmente, estaba yo preparando este post basándome en uno de los estudios que se recogían en el citado artículo: el último informe del Foro Económico Mundial (WEF) sobre el Intraemprendimiento o emprendimiento oculto.
Los matemáticos somos amantes de las definiciones precisas, aun de los conceptos que pueden parecer más intuitivos. ¿Qué es la competitividad? Para el WEF “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”.
A mayor competitividad, más probabilidad de crecimiento económico sostenible e inclusivo y, como consecuencia, mayor prosperidad cabe esperar para toda la sociedad. El WEF mide la competitividad de los países basándose en indicadores de las áreas que se recogen en el cuadro adjunto:
España ocupa el lugar 33 de los 142 países analizados, habiendo avanzado dos puestos con respecto al año pasado. La lista la encabeza Suiza, seguida de Singapur y de los Estados Unidos.
Con respecto a la conocida figura del emprendedor, existen numerosas definiciones, pero, en general, se aplica este calificativo a aquellas personas que identifican una idea u oportunidad de negocio , aplican todos sus esfuerzos, asumen riesgos, y crean una empresa para llevarlas a cabo.
Un concepto más reciente, es el de emprendedor interno o intraemprendedor, que alude a la persona que aporta ideas para desarrollar nuevos productos, servicios o procesos, pero en vez de hacerlo por cuenta propia, lo hace dentro de la organización a la que pertenece, sea ésta pública o privada.
De estos últimos nos hemos ocupado profusamente en este blog. Para muchos analistas, ha llegado la hora de los intraemprendedores, personas creativas, iconoclastas, enemigas de las rutinas, que siempre intentan salirse del guión establecido, buscando el interés general; muchas veces a costa de incomprensiones e incluso de marginaciones.
Se estima que estos rebeldes van a generar el 40% del emprendimiento futuro, siempre que les dejen sus jefes o el sistema jerárquico imperante, sobre todo en las Administraciones Públicas. O ambos.
El World Economic Forum ha acuñado el Entreprenurial Employee Activity (EEA), un indicador que mide el nivel de intraemprendimiento de un país. El EEA es la proporción de la población activa implicada en el desarrollo de nuevas ideas, productos o servicios, o en la generación de nuevas unidades de negocio dentro las organizaciones.
España no destaca en Europa ni por número de emprendedores, creadores de empresas nuevas (5.7% de la población activa, puesto 22 sobre 28) ni mucho menos por el de intraemprendedores (2% de la población activa, puesto 26, sólo por delante de Grecia y de Italia).
Especialmente lúcido me parece el párrafo final del artículo del profesor Díez Guijarro, del que entresaco algunas frases que suscribo plenamente: “A partir de ahora va a resultar clave impulsar la innovación colectiva. Mejorar la competitividad exige no sólo una mayor inversión en I+D, sino también una ofensiva innovadora que ponga en valor dicha inversión, cuyas garantías de éxito aumentarán si se involucra a todos los agentes económicos y se adopta una estrategia coordinada, transversal y conjunta”.
Modestamente, coincido con Díez en que es preciso y urgente desatar esa “ofensiva” total, decidida e intensa que requiere la construcción de una sociedad innovadora. Parafraseando a Churchill: “La era de la procrastinación, de las medias tintas se ha acabado, estamos entrando en el período de las consecuencias”.