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Carlos Escobar

Música inesperada

Un castillo con tres paladines

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Hace unas semanas hablábamos de lugares de nuestra región fieles a la tradición europea de programar festivales de verano de música clásica cuidadosamente organizados. Las noches estivales son propicias para disfrutar de eventos culturales porque nuestros sentidos, sin el estrés cotidiano, son capaces de percibir y asociar emociones hasta sobrepasar el umbral extrasensorial.

Águilas es una ciudad que apuesta por la música clásica aunando inteligentemente las iniciativas de entidades y colectivos afines a este cometido. La costa marítima que baña esta localidad célebre por su Carnaval, también alcanza en su abrazo al Castillo de San Juan de las Águilas y al Auditorio Infanta Elena, dos enclaves donde se mima una visión más intelectual de la cultura que necesita de la calma y de los silencios.

El Ayuntamiento de Águilas como catalizador de las brillantes propuestas de la Asociación Promúsica de esta ciudad y gracias a la colaboración de Chema Casanova director de ClaMo Music, han reeditado un año más los Conciertos del Castillo, con veladas musicales presididas por la luz de la luna, en un entorno excepcional, con grandes intérpretes y organizadas con todo detalle, si bien, habría que controlar la incómoda amplificación del sonido del viento.

El concierto ofrecido por los tres pianistas finalistas del Concurso Internacional ClaMo Music fue magnífico y el público se mostró muy atento y concentrado, lo que facilitó que cada intérprete mostrara su propia personalidad artística.

Como aficionado a la música, me gustó la tertulia con los músicos tras el concierto. Tras escuchar muy buenas interpretaciones de Bach, Chopin, Liszt, Wagner, Rachmaninov, Debussy o Balakirev, los asistentes disfrutaron de una distendida conversación con los músicos, que agradecieron el “ambiente amigable con buenas sensaciones pero con la necesaria tensión del silencio entre las piezas” como confesaba Alexander Sonderegger, el pianista y profesor de la Universidad de Stuggart.

La programación comenzó con una soberbia interpretación de Paris Tsenikoglou de la Partita No. 5 de J.S. Bach. Este pianista griego formado en Munich y Salzburgo, donde también imparte docencia, se sentía especialmente satisfecho por tocar ante un aforo completo: “Cada concierto es el más importante de mi carrera y me gustan los lugares con energía donde tanto el público como yo estamos concentrados”. Completó su actuación con piezas de Chopin donde mostró tanta pasión y lirismo, que podría afirmarse que el compositor polaco las escribió para él.

Alexander Sonderegger fue fiel a su condición de formidable pianista ruso formado en Alemania. Las obras de Rachmaninov, Liszt y Balakirev llegaron a los oídos como música en estado puro, con una digitación virtuosa salpicada de lirismo y poesía.

Ruben Micieli, ganador de la edición del Concurso ClaMo Music 2015 cerró el concierto con obras de Liszt. A pesar de la frescura que otorgan los veintidós años, mostró una madurez y una sensibilidad sorprendentes, con un excelente control de dinámicas y tempos, un virtuosismo lleno de musicalidad y aportaciones rítmicas propias que agradecieron las más de trescientas personas del auditorio.

La noche finalizó con una simpática y brillante puesta en escena de la Obertura de la ópera Carmen de las seis prodigiosas manos sobre el piano. A continuación, como les decía, pudimos felicitar a los pianistas y aprender de sus impresiones y proyectos. Ruben Micieli prepara para noviembre un concierto en Piacenza donde interpretará los 24 Estudios de Chopin pero no quiere descuidar su participación en concursos: “No me gusta ganarlos por el premio en sí, sino porque te posibilita tocar más conciertos”, reconoce el pianista de Módica, localidad siciliana cercana a Ragusa.

A Alexander le encantó tocar con sus dos compañeros la obertura de Carmen. Como plan de futuro destacó la interpretación del Concierto No. 1 de Chopin en Ulm (Alemania), dentro de dos meses y con la orquesta Collegium Musicum Ulm: “Disfrutar de la música cuando estoy en escena es algo básico para mí”. 

Paris Tsneikoglou se mostró muy discreto cuando le pregunté sobre su concierto ideal: “No quiero identificarme con determinada orquesta porque hasta que toco con ella no sé si me va a gustar. Cada paso en un sueño y esta noche mi sueño es Águilas”. Sorprendentes fueron las coincidentes respuestas de Ruben y Alexander: “Tocar con la Filarmónica de Berlín el Concierto No. 2 de Brahms”, afirmaron por separado, aunque Sonderegger prefería la sala de Philarmonie de Berlin y el pianista italiano la Carnegie Hall de Nueva York.

Por último les pregunté por su interés en la formación de otros músicos. Aquí la coincidencia fue absoluta: “Por supuesto que si, para enseñar, antes debe comprender muy bien lo que quieres transmitir” (Alexander). “Cuando se enseña, tú aprendes al mismo tiempo” (Ruben). “Siempre hay cosas que mejorar o tocar de una forma diferente. Es increíble compartir el entusiasmo de un alumno  cuando cambian las cosas tras darle un consejo”, confesaba Paris.

En conclusión, las veladas musicales del Castillo de las Águilas de San Juan de Águilas son un deleite para los sentidos de todo el que ame la música. Por favor, no olviden avisar cada año al señor del helicóptero que con tanto esmero deposita el piano en esta fortaleza de la cultura.

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por Carlos Escobar

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