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Carlos Escobar

Música inesperada

La mirada cromática (III)

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No debería emplearse el número singular para hablar de la mirada. Al menos, para la misteriosa e inoportuna mirada que intercambian por primera vez Tristán e Isolda. Tampoco tendríamos que emplear palabras al describir el intercambio de excitación, expectativas y añoranza entre los dos amantes. Richard Wagner lo hizo con la música  del motivo de la mirada, uno de los fragmentos más importantes de la ópera y del preludio que hoy retomamos.

¿Cómo Wagner puede expresar con música la esencia de las miradas de Tristán e Isolda? Sin duda, la clave está en el cromatismo tal y como afirma Barenboim en sus Diálogos sobre música y teatro con Patrice Chéreau. Para él, cromatismo significa disonancia, inestabilidad, ambigüedad o búsqueda. Esto se explica en música con un ingenioso símil: Cuando escuchamos una pieza orquestal con una tonalidad establecida, aunque no seamos músicos, podemos decir que nos sentimos tan confiados como el que está sentado en el sofá de casa o saboreando una comida agradable. Si la obra modula a otra tonalidad, esto nos saca de nuestra zona de confort y nos sentimos como en un paraje desconocido o probando una comida exótica extraña a nuestro paladar. El cromatismo es el grado extremo de desorden armónico y permite al compositor dejarnos en ascuas en momentos de tensión interna sin solucionar, lo que es característico en este preludio operístico. 

Puede que no exista un momento vital tan agitado para nuestro cerebro como cuando nos enamoramos. Y paradójicamente, es un instante donde no necesitamos la ayuda de ningún psiquiatra para resolver nuestro conflicto interior. Wagner sabía esto y además conocía perfectamente la mente del ser humano. Él mismo estaba viviendo una intensa aventura amorosa extramarital con Mathilde Wessendok, con todos problemas que conllevaba el asunto.

Desde la primera vez que se miran Tristán e Isolda surge el amor entre ellos. Ese encuentro es muy inoportuno porque Tristán, guerrero enemigo de Isolda, se encuentra gravemente herido tras un combate en el que ha dado muerte al prometido de la princesa irlandesa. Conocedor de las dotes curativas de la bella joven, se traslada a su país ocultando su identidad. Ella lo sana con sus mágicas artes, pero finalmente reconoce una muesca en su espada que coincide con el fragmento metálico hallado en la herida de su prometido. Por ello se dispone a matar al todavía moribundo guerrero en el instante que percibe que: “Desde su lecho el herido no miraba el desnudo acero en mi mano, me miraba a los ojos”. Sin que en ningún momento los dos personajes se dijeran nada, la princesa baja el arma y Tristán retorna a su patria.

Hoy les propongo un vídeo del Preludio de Tristán e Isolda dirigido por Leonard Bernstein. Como conocen muy bien el principio, ya saben cómo Wagner nos inquieta con el acorde de Tristán y otras ideas musicales sin resolver armónicamente. Entre 2:28 y 2:49 irrumpe el motivo de la mirada, el primer fragmento melódico y cargado del cromatismo que refleja la agitación de unos amantes que, desde ese instante, de forma explícita o reprimida, se añorarán irremediablemente. El motivo de la mirada reaparece con ligeras modificaciones en las maderas y en la primera trompa (4:12), en las cuerdas (5:08), de nuevo en las maderas (5:15) y en los violines, chelos, maderas y trompa (6:33), entre otros. 

Estoy seguro que encontrarán más compases del preludio en los que se verán conmovidos por esta eterna mirada.

… continuará …

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por Carlos Escobar

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