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Carlos Escobar

Música inesperada

La mirada cromática (IV)

Tristán e Isolda es una ópera infinita. Para entender la esencia de este drama musical, como afirma Kurt Pahlen hay que asimilar los conceptos de añorar y morir, con la complejidad y ambigüedad que conllevan: “La añoranza es infinitamente más que el deseo ordinario que se extingue al ser satisfecho y el morir, infinitamente más que el final del vivir, por así decir. La añoranza es la expresión más profunda del amor; morir, la suprema elevación de la unión” (Tristán e Isolda, La ópera en el mundo, Vergara ed.).

Las primeras miradas que intercambian sin mediar palabra Tristán e Isolda es el detonante del amor que brota en sus corazones, pero a partir de este momento cada uno va seguir su camino. Años después, el leal vasallo pide la mano de Isolda para su tío y amigo, el rey Marke, ocultando sus sentimientos de amor hacia ella. Cuando embarca con la princesa irlandesa y se dirigen al reino de Marke, Tristán evita a la joven durante el trayecyo, la cual se siente traicionada, humillada e impotente ante su inevitable destino. Ella ama a Tristán desde el primer encuentro, tanto, que a pesar de reconocerlo como enemigo, le perdona la vida en su estado de indefensa convalecencia. 

Isolda viaja en su camarote acompañada de Brangania, su fiel confidente, que custodia un cofre con brebajes (filtros) mágicos. Instantes antes de arribar al puerto, Isolda hace llamar a Tristán para darle a beber la pócima de la muerte y vengarse del que considera un traidor cruel, hipócrita y cobarde, por ir a buscarla para entregarla a otro hombre. Brangania, aterrorizada, desobedece a Isolda y sustituye el filtro de muerte por el del amor, que llevaba en el cofre por si era preciso despertar la pasión de un rey que se casaba por razones políticas.

La mirada inoportuna que intercambian Tristán e Isolda les revela que están hechos el uno para el otro, pero la realidad es que viven en mundos separados donde el poder, la fama, la lealtad, la amistad, el odio, la desdicha y el honor, se interpone entre ellos. Son enemigos que se aman desde la primera vez que se ven, pero como no se han hablado nunca, desconocen los sentimientos del otro. El viaje en barco resulta ser un martirio para dos amantes por el profundo dolor que los invade por separado. Así, Tristán acude al camarote de Isolda y bebe el brebaje de muerte sin titubear. Isolda le arrebata con brusquedad la copa para envenenarse también.

Pero la copa contiene filtro de amor de modo que los protagonistas no mueren. De repente, se libera la pasión contenida y los amantes se precipitan en un deseo sin descanso y cargado de sensualidad. El contraste entre los dos brebajes, el de amor y el de muerte, queda reflejado en la música que Wagner escribe en el preludio de Tristán e Isolda. En el video adjunto de la grabación en Japón de la Filarmónica de Viena dirigida por Christian Thielemann, los violonchelos inician un leitmotiv cromático y ascendente denominado filtro de amor (3:44), dos compases después de finalizar el motivo de la mirada que ya comentamos en la publicación anterior. Inmediatamente le sigue el breve motivo del filtro de muerte (4:04) a cargo de los fagotes, contrabajos y clarinete bajo, que le confieren un característico tono sombrío por el carácter descendente e in crescendo de la última nota. El motivo del filtro de la muerte reaparece en 4:21. Intercalados entre los motivos de filtro de amor y de muerte, aparecen el leitmotiv de la angustia de Tristán y el del cofre, pero como ocurre con el motivo del clímax amoroso, los comentaremos en otra ocasión.

El acto de bondad de la fiel Brangania repercute en la psique de los amantes, cuya reacción interna describe perfectamente Wagner en el motivo del delirio de amor (de 7:16 a 8:04). Este fragmento es muy interesante porque aparecen ondulaciones melódicas en las que se alternan los violines primeros y segundos, con el apoyo de violas y chelos, y que cada vez comienzan en un tono más agudo. Esas ondas de pasión sin apenas respiro son muy apropiadas para reflejar los latidos de los amantes, pero como Wagner quiere llevarnos al límite, propone de nuevo el motivo de la mirada en violines, violas y chelos que retoman los instrumentos de viento madera al tiempo que la cuerda dibuja variaciones del mismo en escalas ascendentes que alcanzan hasta 3 veces la nota La bemol aguda en los violines (8:32, 8:36 y 8:42), lo que resulta hiriente e incluso doloroso para los que empatizamos con los amantes.

Los motivos de la mirada y el delirio de amor aparecen íntimamente unidos porque cuando los ojos del Tristán herido suplican la compasión de Isolda, despiertan en ambos una pasión latente que el filtro de amor desbloquea y lleva a la pareja a una existencia conflictiva en permanente anhelo.

El preludio finaliza con doce compases absolutamente impactantes (10:32). Aparece un redoble de timbal en piano en el que el corno inglés repite la primera frase de los chelos en el preludio acentuada con el acorde de Tristán y la respuesta de oboe. Todavía más en piano, repite la frase el clarinete bajo con respuesta del clarinete en La, para concluir con la melodía lenta de los violonchelos y contrabajos que nos prepara para la inmensidad del Liebestod.

 

….continuará….

 

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por Carlos Escobar

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