Los ‘agujeros negros’ tienen una frontera invisible llamada ‘horizonte de sucesos’. Una vez atravesada, ni la materia ni la luz ya pueden escapar. Las rotondas de Murcia no llegan a tanto, pero se parecen. Cuando el semáforo se pone en ámbar y se entra en las redondas, cualquier cosa puede suceder, como la posibilidad de dar varias vueltas y salir luego por donde no se quería. Como la velocidad está limitada, el canguelo es menor que en las calles de El Cairo o las carreteras nacionales de Portugal, pero hay que estar ojo avizor porque las trayectorias de los vehículos son impredecibles. La política murciana está imbuida de ese rotondismo. Se dan mil vueltas a los mismos temas. Algunos acaban accidentados y a otros se les da salida por donde menos se espera. Y a veces con la sensación de haber dado un giro de 360 grados.