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F.B.M.R.M.

Federación de Bandas de Música de la Región de Murcia

Las Audiciones

La música es el arte de sacar de nuestro interior más profundo aquellos sentimientos y emociones que, con palabras, no somos capaces de expresar.

Es increíble cómo con algo que, “a priori”, puede parecer sencillo; la combinación de unas cuantas notas y figuras musicales, podemos obtener sonidos que son capaces de hacernos viajar a los rincones más escondidos de nuestros recuerdos, a lugares, a momentos, a personas. Sonidos capaces de hacer que se nos erice la piel, que nos pellizquen por dentro, de provocar que nuestros ojos se humedezcan o cambiar de forma repentina nuestro estado de ánimo. Todas las personas tenemos esa melodía, esa canción o esa obra que puede llenarnos de energía, o entristecernos, muchas veces sin saber por qué.

Los músicos tienen el gran privilegio de ser capaces de conocer, dominar y poder utilizar este lenguaje universal, que pertenece al mundo abstracto de los sentimientos, para hacernos sentir multitud de experiencias y, sobre todo, son capaces de hacer algo más grande aún: poner sonidos donde las palabras, a veces, no llegan.

Una de las razones por las que uno se hace músico es para poder compartir, de manera generosa, todas esas emociones y sentimientos que he citado en las líneas anteriores.

La música está hecha para ser compartida con los demás. De ahí la importancia que tiene un elemento que forma parte sustancial de la formación de un músico y que es, además, uno de los principales cauces de transmisión de la música, ese cauce mediante el cual el músico nos expone sus conocimientos, su arte, su maestría. Me refiero, cómo no, a las audiciones.

En estos días en los que todas nuestras escuelas de música, a lo largo y ancho de nuestra región, van finalizando el primer trimestre del curso escolar y se aproximan las fiestas de Navidad, apreciamos como en la mayoría de ellas se han organizado diferentes audiciones, en especial, aquellas en las que los educandos son los protagonistas de las mismas. Una audición no es tema menor, la realización de audiciones tiene una función más allá de lo que pueda parecer a simple vista, no solamente es la muestra de una obra musical, sino que, además, desempeña un papel importante en la formación y la preparación integral de un músico.

Es el colofón a un periodo de práctica donde el estudiante expone el nivel de mejora, perfeccionamiento, de aprendizaje y el grado en el que se encuentra dentro de su etapa formativa. Hay múltiples elementos que se esconden tras la organización de una audición: el trabajo invertido por parte del profesor, el estudio por parte del alumno en la preparación del repertorio, el esfuerzo y tiempo personal de ambos, entre otros. Pero hay una característica en especial que considero interesante resaltar, y que siempre, siempre, se hace presente en cualquier audición. Ya sea en la de un alumno que se encuentre en una fase inicial de educación musical o en la del concierto de graduación de un alumno de superior. Un “invitado” que se cuela, que siempre se manifiesta cuando menos deseamos su asistencia. Muchas veces el público se da cuenta de su presencia, otras no, pero está, vaya que si está. Un elemento que, en cierto modo, hace que el músico se enfrente a la audición con un nivel de concentración y exigencia mayo: “Los nervios”.

Son inevitables. Al principio no se pueden controlar. De ahí que, por esto mismo, las audiciones son una de las mejores “maestras” que nos ayudan a practicar cómo controlar los nervios o, al menos, aprender a disimularlos. Todo aquel que sea músico ha vivido y sabrá de ese hormigueo que se siente en el estómago instantes previos al comienzo de la audición, esas palpitaciones, donde el corazón funciona a máximo rendimiento y que, a veces, parece que se nos va a salir del pecho, esa boca seca que juega malas pasadas a las embocaduras de los distintos instrumentos, temblor de dedos que nos hace titubear. Pero, afortunadamente, tras las primeras notas, todo empieza a relajarse y a serenarse, ponemos nuestros cinco sentidos sobre las tablas y nuestra mente, plenamente atenta, se centra en ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Es el momento de exhibir y ofrecer el resultado de horas de trabajo y esfuerzo.

Por mucho que se quiera evitar es imposible no sentir nervios ya que, a través de una audición, estamos mostrando, públicamente, los avances que estamos teniendo durante nuestra preparación y formación musical, estamos exponiendo nuestra manera de hacer sonar un instrumento, nuestros progresos y buen hacer. Esto siempre ocurre ante un público, puede parecer algo irrelevante y obvio, pero es un aspecto importante que señalar, ya que cualquier estudiante de música, por lo general, tiene a lo largo de su día a día como único público a su profesor. Por ello las audiciones son muy necesarias e interesantes de cara a la formación musical plena, son un método más de aprendizaje al que el músico debe enfrentarse en su etapa de enseñanza-aprendizaje.

La audición, por todo lo dicho, asume la importante labor de ser un ingrediente básico en la formación integral de un músico. Uno no se hace músico para estar encerrado en una habitación, ni estudia ni prepara repertorios para no mostrarlos a nadie. De ahí que, hacer audiciones, es una manera de aprender, de ir educándose a superar esos miedos que suelen surgir, a templar los nervios, saber controlarlos y, de esta manera, salir de la zona de confort. Salir de ella siempre nos hará superarnos y mejorar como músico y como persona.

Prepararse para una audición hace que nuestro nivel musical mejore, pues generalmente, un músico pone más esfuerzo, concentración y ganas cuando sabe que el culmen de su trabajo será representarlo ante una sala de audiciones, en un concierto, ante un tribunal o público en general.

Todos los profesores que hemos preparado audiciones, ya sea a nivel grupal o individual, instrumental o coral, hemos comprobado todo lo positivo que supone afrontar una audición por parte de un alumno. El alumno siempre mejora, se supera y se esfuerza cuando sabe que tiene que interpretar de puertas hacia afuera. Son muchas las anécdotas y casos de esos alumnos que se niegan a participar en audiciones, en ocasiones provocado por falta de confianza en ellos mismos, de no creer en sus posibilidades, o por algo más habitual de lo que parece, el pánico escénico. Llegados a este punto, considero importante matizar este aspecto, el del pánico escénico, diferenciando los alumnos infantiles de los adolescentes y adultos.

Hay un elemento que suele presentarse, generalmente, entre los estudiantes adultos a la hora de llevar a cabo una audición. Una característica que más bien es un hándicap; el sentido del ridículo. Los adultos tenemos mucho más desarrollado el sentido del ridículo que un niño. Estamos llenos de miedos, miedo a hacerlo mal, a no estar a la altura, a defraudar a nuestros profesores o familiares. En este sentido somos nuestros “peores enemigos”. Autogeneramos muchas más trabas de cara a actuar ante un público (ya sea numeroso o escaso) que los niños. En cambio, el alumnado infantil se enfrenta con valentía, le salga su ejecución mejor o peor, le importa menos el qué dirán u opinarán del resultado, si se han equivocado, si los fallos han sido graves, si defraudarán a su profesor y/o familiares, etc. Ese arrojo, esa valentía, es algo indispensable en una audición. La actitud es un plus que puede jugar a favor o en contra. Hay que ser valiente, el sentido del ridículo hace que perdamos confianza en nosotros y, al final, consigue poner obstáculos donde no los hay, nos hace retroceder y nos hace perder en muchos casos hasta nuestra ilusión.

Por eso, hay que cambiar “el chip”, sabernos estudiantes y que, equivocarse, es parte del juego. Fallar notas en una audición es parte de nuestra experiencia, saber tomarlo con humor, relativizar y atrevernos. En música, uno de los mayores pecados es el miedo, el no atreverse, el no intentarlo. Por ello, hay que ser valientes, tener confianza en nosotros mismos y debemos procurar eliminar las barreras que nos creamos, en la mayoría de las ocasiones innecesarias.

Como vemos, una audición es mucho más de lo que, a simple vista, pueda parecer. De ahí que asistir a las audiciones es la mejor manera que, como público, podemos tener de ayudar y apoyar a un músico. Afortunadamente, en la actualidad es muy sencillo poder asistir a audiciones pues quien más o quien menos tiene muy próximo, ya sea en su barrio o en su pueblo, una escuela de música que realiza audiciones de forma periódica.

Acudamos a las audiciones, a los conciertos o muestras que los estudiantes nos regalan generosamente, apoyémosles y disfrutemos de ellos.

Billy Joel comentó: “Los músicos quieren ser la voz alta para muchos corazones silenciosos”. Démosles esa oportunidad.

Diego J. Boluda.

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