Ha sido posiblemente el pasodoble más interpretado de la historia de la música española. Tema musical de seis películas. Sintonía de series de televisión. Lo han cantado desde Estrellita Castro a Diego “el Cigala”, pasando por Manolo Escobar y Alfredo Kraus.
Ha sido la música inaugural de los Juegos del Mediterráneo; se interpretó en el momento culminante del 50 aniversario de la entronización de la Esperanza de Triana; durante años fue el hilo conductor de la nostalgia de tantos y tantos exiliados y emigrantes que, por motivos políticos o económicos abandonaron España y en esta línea, no en vano fue elegido como sintonía de los programas de Radio Pirenaica, emisora clandestina de la oposición republicana en el exilio; incluso en un momento hubo voces que clamaron para que fuese declarado Himno Nacional Español.
Además su autor, Antonio Álvarez Alonso, forma parte, junto con Ramón Roig y Torné, autor de “La Gracia de Dios” y con Alfredo Javaloyes, compositor de “El Abanico”, de la trilogía de músicos creadores de los tres grandes pasodobles cartageneros, como recuerda el monolito que los inmortaliza en la plaza del Rey, frente por frente a la puerta del Arsenal de Cartagena.
“Suspiros de España” ha sido –no hay que reiterarlo- una de las composiciones de más éxito de toda la historia de la música española desde el arranque del siglo XX hasta nuestros días, y sin embargo su autor no pudo gustar ni siquiera una gota de la miel de ese triunfo. No solo su vida fue breve, sino también tormentosa y no exenta de estrecheces.
El Maestro Álvarez Alonso nació en la localidad jienense de Martos, en 1867. Sus padres, José Álvarez y Virginia Alonso tenían una situación económicamente desahogada. Tras quedar huérfano, siendo Antonio era un niño de corta edad, él y su hermano Manuel, fueron tutelados por un tío materno, que los encauzó por el camino de la música, enviándolos a la Escuela Nacional de Música de Madrid, donde Antonio estudió, entre otros, con los maestros Dámaso Zabala y Emilio Arrieta.
Tras el drama de su orfandad, Antonio Álvarez sufrió su segundo contratiempo personal. Se casó con Gumersinda del Río Cevallos, perteneciente a una aristocrática y adinerada familia santanderina. Un matrimonio que constituyó un verdadero fracaso, y terminó en separación.
En el ámbito musical, destacó como compositor de zarzuelas. Veinte obras de este género salieron de su pluma, contando como letristas entre otros a Antonio Paso Cano, Tomás Rodríguez Alenza y Eugenio Gullón. Las más conocidas (aunque ninguna alcanzó popularidad entre el gran público) fueron “El gran visir”, “Las niñas toreras”, o “El traje del alcalde”; compuso además un cuarteto para cuerda, titulado “Las hormigas”; un capricho, “Danza negra”; varias marchas e himnos, entre ellos uno dedicado a la Virgen del Carmen; y varios pasacalles y pasodobles,
En 1897, cuando contaba treinta años de edad, llegó a Cartagena dirigiendo una compañía de zarzuelas que representaba sus propias obras y de la que él era, a la vez, director y empresario.
La economía del maestro Alonso en Cartagena no era precisamente boyante, por lo que, además de seguir componiendo, impartía clases de música y actuaba con un sexteto musical que él mismo había fundado.
Pero, por supuesto, por lo que la historia de la música española recuerda a Antonio Álvarez Alonso es por ser el autor del pasodoble “Suspiros de España”.
Según el músico cartagenero García Segura, el origen del pasodoble, bien pudo ser este:
“El Maestro Álvarez Alonso ofrecía conciertos animando las veladas del café La Palma Valenciana, en la calle Mayor de Cartagena. Una noche, al terminar su actuación, enseñó a sus amigos una melodía en forma de pasodoble que había escrito sobre una mesita del café, y que pronto fue acogida con alborozo por su clara inspiración”.
“En su recorrido nocturno por las calles de Cartagena, el maestro se detuvo ante la Confitería España, ubicada frente al café de sus actuaciones, y observando unos pasteles típicos llamados “suspiros” (almendras caramelizadas con merengue), se inspiró para bautizar “Suspiros de España” a su nueva partitura”.
“El pasodoble fue estrenado por la Banda de Música del 3er Regimiento de Infantería de Marina (actualmente Tercio de Levante) dirigida por Ramón Roig y Torné, el día del Corpus Christi de 1902 en la plaza de San Sebastián de Cartagena. Las ordenanzas militares impedían que el Maestro Roig cediera la dirección para el estreno a Antonio Álvarez Alonso, su buen amigo y autor de la obra, dada la condición de civil de éste. Una placa conmemora la efeméride en el lugar del estreno”.
Esta es la versión más generalmente aceptada del nacimiento de esta obra, que vio la luz en una noche cartagenera, con un título evocador, pero sin letra. Y sin letra permaneció durante 36 años, hasta que en 1938, el sobrino de su autor, Juan Antonio Álvarez Cantos, escribió por encargo los versos originales para que, al año siguiente, Estrellita Castro los entonase en el momento culminante de una película que –como no- se titulaba precisamente “Suspiros de España” y que constituyó el salto definitivo a la fama, de este pasodoble.
Pero ni este, ni casi ninguno de los éxitos y reconocimientos que habría de cosechar su obra a lo largo del tiempo, pudo ser disfrutado por Antonio Álvarez Alonso, que había muerto de un ataque al corazón a los 36 años de edad, el 22 de junio de 1903 justo un año después de que, por primera vez, los cartageneros escucharan sonar los acordes de una música que ya es inmortal.
Antonio Álvarez nos legó una música inolvidable como colofón de una vida que no fue ni mucho menos venturosa: huérfano muy niño arrostró un matrimonio desgraciado, pasó estrecheces económicas, no pudo dirigir su obra cumbre el día de su estreno, ni disfrutar de su éxito.
Podría decirse que a Antonio Álvarez la vida se le fue sin sentir….mejor dicho, que se le fue en un suspiro.
José A. Artero Romero.