Y llegó el 'kinematógrafo'
Un silencio denso y polvoriento, casi de ermita perdida o bodega antigua, inundó el teatro Romea por unos instantes, apenas unos segundos interminables en que los trescientos cincuenta y un murcianos que llenaban el aforo no se atrevían ni a respirar. Acababan de ver llegar un tren a una estación, a unos campesinos quemando hierbas […]