No se puede negar el papel que han tenido y tienen las bandas de música, en la difusión de ese arte y en la educación y formación musical de cientos de miles de personas en los últimos 200 años. Del mismo modo, no es menos la importancia de las sociedades musicales de aquellas en la gestión y administración de sus recursos, tanto humanos como materiales, tan necesarios para su subsistencia y desarrollo; escuelas de música, adquisición y mantenimiento de diverso material, creación de unos estatutos por los que regirse en sus actuaciones y convivencia, etc.
Cuando se carecía de suficientes orquestas, son las bandas de música las que pusieron al alcance de las clases populares el noble arte de la música. El acceso, hasta hace poco tiempo, a las salas de concierto o a los teatros solo estaba reservada a unos pocos que poseían una condición social, económica y de residencia determinada.
Además de tan encomiable labor, estas agrupaciones instrumentales asumían la tarea de impartir enseñanzas musicales entre la población a través de sus escuelas de música, encaminadas a formar sus futuros componentes. Llegando a ser la mayor cantera, hasta el advenimiento y difusión en las últimas décadas de las escuelas y conservatorios de entidad pública o privada, de la mayoría de los instrumentistas de viento y percusión que se han dado en nuestro país durante las dos últimas centurias.
El fenómeno del origen de las actuales bandas de música, en cuanto a disposición instrumental, con la salvedad de la evolución que han sufrido con el devenir de los años, hay que situarlo a principios del siglo XIX, durante la guerra de la Independencia. Fueron las bandas de música de los ejércitos napoleónicos sus antecedentes. Estas agrupaciones instrumentales estaban compuestas de una sección de instrumentos de viento; Oboes, Flautas, Clarinetes, Trompetas, Cornetas, Trombones y Serpentones; y otra de percusión; Cajas, Tambores, Bombos y Platillos, estos últimos tomados de las bandas de guerra jenízaras del ejército otomano. Estos conjuntos nacieron en los días de la revolución francesa, finales del siglo XVIII, periodo en el que se fomentaron con el fin de amenizar los grandes fastos de la joven república.
Como he mencionado, los regimientos de Infantería del ejército de Napoleón contaban con unas bandas de música con una estructura, en cuanto a composición de instrumentos, parecida a las actuales. Con el paso del tiempo desaparecieron algunos, se perfeccionaron otros y se incorporan nuevos. A mediados del siglo XIX, se añaden a aquellas las familias de los Saxofones y saxhorns; Fliscorno, Bombardino y Bajo, debidas al constructor belga Adolfo Sax. Los instrumentos de cuerda frotada, Violoncelo y Contrabajo, fueron adoptados hacia mediados del pasado siglo con el fin de dulcificar y dar redondez y fluidez a las sonoridades del registro grave de la banda. Los de percusión, tanto determinada como indeterminada, de origen oriental y afrocaribeño, se han ido incorporando, recientemente de manera significativa, con el fin de satisfacer la demanda de las composiciones musicales contemporáneas.
Los regimientos de Infantería españoles tomaron como modelo de sus bandas de música, aquel que tenían los franceses y durante todo el siglo XIX fueron a la zaga, imitándoles en cuanto a su organización y uso.
No se limitaban estos conjuntos instrumentales a interpretar música marcial, sino que con la incorporación y perfeccionamiento de los instrumentos más la calidad técnica de sus componentes, hicieron que se lograra un nivel interpretativo más que notable que los hacían aptos para abordar otro tipo de géneros musicales; Sinfónico, Dramático, etc. con el fin de amenizar los momentos de asueto, festivos y lúdicos de la tropa y con el tiempo el de los lugareños de las localidades en los que estaban acantonados.
Pero no todas las poblaciones contaban con un regimiento que tuviera banda de música acuartelado en sus inmediaciones, del que se pudiera disponer para amenizar sus fiestas y momentos de ocio. Esta circunstancia animó a algunos vecinos aficionados a la música de ciertos lugares, a constituirse en agrupaciones musicales semejantes a las bandas de música militar en cuanto a estructura instrumental e incluso adoptando un tipo de vestimenta, vigente hasta hace unas décadas, inspirada en los uniformes militares. Una vez constituidas, algunas corporaciones municipales y otras instituciones de condición pública o privada, les prestan su apoyo. Así es como vieron la luz la mayor parte de las bandas municipales, así como otras de titularidad pública y privada.
Si a lo expuesto tenemos en cuenta que muchos directores y personal docente de sus escuelas, en el caso de las bandas de entidad privada, en sus comienzos y hasta hace unas décadas eran personas retiradas o en activo provenientes del ámbito militar, dan fe más que de sobra, de tal influencia.
Los comienzos de las primeras sociedades musicales, como instituciones dadas de alta en un registro civil, datan de la última década del siglo XIX y primeras del XX. El antecedente de aquellas es la existencia de una banda de música ya constituida de manera estable y la Ley de Asociaciones de 1887 de Fco. Silvela, político y estadista español. Ley que amparaba aquellas asociaciones con fines políticos, religiosos, científicos, culturales, recreativos y aquellas con cualquier otro de índole lícito. Esta ley se promulgó en una época en la que se intentaba modernizar el país, a la vez que obligaba a las agrupaciones de personas, a inscribirse en un registro público, con el fin de someterlas a un control policial, de modo que las que se consideraban ilícitas, eran disueltas y sus patrocinadores y administradores sancionados o condenados. Su promulgación fue consecuencia de aquella tumultuosa época en la que vio la luz; inicio y desarrollo de los nacionalismos vasco y catalán, auge del anarquismo y su terrorismo,
las guerras coloniales, etc. De lo cual se deduce que la creación de las sociedades musicales de aquel entonces no fue algo espontaneo y de libre iniciativa, sino un imperativo legal.
Joaquín Grau Murcia,
Compositor y Director. Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes Sta. María de La Arrixaca de Murcia.